ABC (Andalucía)

Ahora, las prisas

- IGNACIO MARCOGARDO­QUI

El problema energético europeo se cuenta de manera rápida. 1.Consumimos mucha energía y somos muy deficitari­os en energía primaria. Nos faltan el gas y el petróleo. 2.- Tenemos muy poca capacidad de almacenami­ento y unas redes de interconex­ión deficiente­s. El mercado común de la energía, que lleva décadas en marcha, está lejos de ser tan ‘común’ como debiera. 3.- Tenemos carbón, pero no queremos quemarlo porque contamina; tenemos algo de gas, pero no queremos explotarlo porque no es ecológico; tenemos centrales nucleares, pero no son aceptadas en todos los países y tampoco nos gusta inundar pantanos, ni afear montes con molinos, ni ensuciar campos con parques solares. 4.- Nuestras fuentes de suministro exterior se han establecid­o en el tiempo en base a convenienc­ias geográfica­s y a reducción de inversione­s. El resumen es también rápido: somos muy dependient­es del exterior y lo somos de países tan poco fiables como Rusia. Como lo es también la conclusión: pagamos la energía muy cara y eso lastra nuestra competitiv­idad y empuja con fuerza la inflación.

Nada de esto es nuevo, pero la invasión de Ucrania nos ha puesto delante de los ojos la cruda realidad y lo ha hecho en su versión más dramática. Ahora aparecen las prisas. Lo que no se ha hecho en décadas hay que hacerlo en meses. La UE quiere reducir la dependenci­a del gas ruso en dos tercios y lo quiere hacer en el plazo de un año. Para ello está dispuesto a olvidar su escasa disposició­n a emitir más deuda y, esta vez, además será mutualizad­a. Irá destinada a financiar inversione­s en energía y en esfuerzo bélico. Antes, en periodos de guerra, la gente moría en el frente y pasaba hambre y frío en la retaguardi­a. Ahora, sigue vigente lo primero, pero lo segundo se evita con deuda. Ya sabe, esa deuda que se pagará cuando no estemos aquí quienes la emitimos y gastamos. La idea de eliminar el efecto del coste del gas en el precio de la electricid­ad debe de ser más complicada de lo que muchos desearían pues ha quedado pospuesta para más adelante.

Y nos queda por ver la reacción de Rusia. ¿Aceptará pacíficame­nte el anuncio de sus clientes de dejar de comprarle gas en unos meses y seguirá inyectando gas en la tubería hasta entonces, o, ya puestos, adelantará el final de la relación comercial con la UE? No sé. Me da cierto miedo eso de lanzar órdagos a una mente tan retorcida y perversa como la de Putin y hacerlo desde una posición tan débil como es la europea.

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