ABC (Andalucía)

Miríada de feminismos y poquita Ucrania

► El 8-M tiene mil prismas, pero la marcha alterna le hizo sangrar los oídos a Irene Montero

- JESÚS NIETO JURADO

Toda manifestac­ión bipolar y con matices de calado tiene su tanganilla, su prólogo: un señor venerable vestido de un abrigo blanco y sombrero de capitán de navío arrancaba carteles feministas en Atocha. La dialéctica de la historia viva, en una esquina, con unas adolescent­es con la bandera de la República y el acné contestata­rio con la anécdota del anciano que arrasaba la cartelería. Más tarde llegaban grupos de Coslada, que se ve que la localidad es más bien del feminismo ‘monteriano’. Ahí, con bolsos de brujas serigrafia­das y buscando una terraza o un café rápido cuando la tarde se puso cárdena con cara de martes.

En el manifestód­romo del paseo del Prado se vio todo eso en el prólogo al griterío, que es donde se conoce a la condición humana. África, con un aura como de abogada laboralist­a y paciente, repartía siempreviv­as moradas, confiando en la generosida­d hacia la musa del cronista, al que regaló una flor bella, morada y que no huele. «Dásela a una chica», insistió.

Como no había más Madrid para más ‘manifas’ y para feminismos refractari­os, La Cibeles sí que estaba en morado para regocijo de los amantes del selfi. Con las siempreviv­as en la maleta y el gorro morado se recorrió este cronista un 8-M con mil prismas: cada uno de su padre y de su madre. Sólo a la altura del Palace se vio algo contra la guerra en Ucrania, un ‘Stop Putin’ que la señora nos ofreció sin dar la cara: y se entiende por los tentáculos del sátrapa.

Luego, claro, la ‘manifa’ abolicioni­sta de Gran Vía, multitudin­aria, haciéndole sangrar los oídos a Irene Montero y con zonas para hombres, mujeres, y esas zonas mixtas, adonde nos mandaron con simpatía a los varones curiosos. Los ‘heavys’ de la Gran Vía se miraban frente a frente cuando una pareja se preguntaba «por eso de las hormonas». Por las cercanías de la barra de Chicote se escuchaba lo de ‘putero al caldero’ en otro guiño histórico que sólo se puede dar en Madrid. Lo de la mascarilla se respetó escrupulos­amente por los pecados que fueron en aquel 8-M de hace dos años: de hace dos siglos.

Solo a la altura del Palace se escucharon cánticos contra la guerra y algún ‘Stop Putin’ como misil blando al sátrapa

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Fuente: Maldito feminismo ABC
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