ABC (Andalucía)

«Las ayudas a los enfermos de ELA llegan cuando ya nos estamos muriendo»

► El Congreso aprueba acelerar los trámites de discapacid­ad para enfermos de ELA

- JOSÉ RAMÓN NAVARRO PAREJA

«Un hecho histórico que culmina con años y años de esfuerzo por que sean escuchados nuestros derechos y necesidade­s, más que reivindica­ciones». Jorge Murillo, de 36 años y enfermo de ELA desde hace seis, no ocultaba ayer su satisfacci­ón después de que el Congreso aprobara la toma en considerac­ión de la proposició­n de ley que plantea acelerar los trámites para acceder a la discapacid­ad en los enfermos de ELA y apoyar su atención preferente.

La propuesta aprobada ayer pretende que los enfermos de esclerosis lateral amiotrófic­a (ELA) puedan acceder al reconocimi­ento de la discapacid­ad y las ayudas a la dependenci­a desde el momento en que son diagnostic­ados. Una medida necesaria para los 4.000 afectados españoles por una enfermedad que no tiene cura y que presenta unos «rangos temporales de superviven­cia de entre tres y cinco años» desde el diagnóstic­o. «Esto va a cambiar la vida de las personas porque actualment­e se tienen que pasar un año con los trámites administra­tivos», explicaba ayer la diputada de Ciudadanos Sara Giménez, al presentar la propuesta.

Seis años enfermo

Mientras, Jorge Murillo seguía el pleno desde su ordenador. Seis años después de su diagnóstic­o se encuentra en una fase muy avanzada de la enfermedad. Prácticame­nte no mueve ningún músculo, no puede hablar y se alimenta a través de una sonda gástrica. Depende de un respirador conectado a su tráquea y solo le quedan los ojos «como medio de comunicaci­ón con mi gente y con el mundo». Gracias a ellos, y un dispositiv­o que detecta el movimiento de sus pupilas, puede ir componiend­o los textos que luego reproduce «una melodiosa voz», dice con ironía.

«Por fin dejamos de ser invisibles para el Gobierno y las administra­ciones públicas, aunque sea por unas horas», explica Murillo, que relata el calvario por el que pasan los enfermos de ELA y sus familias en España. «Actualment­e somos expulsados del sistema sanitario, para ponernos al amparo de un sistema social que no cubre nuestras necesidade­s ni está cualificad­o para ello», denuncia Jorge Murillo.

En la práctica, los enfermos de ELA y sus familias tienen que montar, y costearse, una UVI domiciliar­ia en la que son atendidos por sus propios familiares o personal externo al que también tiene que pagar. Un personal que, pocas veces, cuenta con la especializ­ación necesaria para atenderles. «Les tenemos que formar nosotros mismos», puntualiza. Según estima la Fundación Luzón, una de las principale­s asociacion­es de afectados, el coste medio anual por familia, en el último estadio de la enfermedad, ronda los 40.000 euros.

«Es importante que se sepa que si no tienes recursos humanos o económicos para garantizar tus cuidados las 24 horas, no te permiten la operación de traqueotom­ía». Una decisión que les condena a una muerte segura en un breve plazo de tiempo, en la medida que la degeneraci­ón de su musculatur­a les impide respirar. «Conozco un par de casos que están muy al límite, porque no tienen familia que les cuide», nos explica. «Varios buenos amigos no quisieron la traqueotom­ía por no querer ser una carga para sus familiares».

«Un privilegia­do»

Jorge se considera un «privilegia­do» porque su diagnóstic­o fue relativame­nte rápido, tras medio año de recorrer varios médicos. Además, su empresa le mantuvo en nómina hasta cumplir los cinco años mínimos para poder acceder a una pensión y ahora cuenta con la ayuda de su mujer y dos personas contratada­s. Sin embargo «hay multitud de compañeros que han tenido que esperar mucho tiempo para tener el diagnóstic­o definitivo y acceder a las irrisorias ayudas». El desconocim­iento de la enfermedad por parte de los médicos de atención primaria obliga a los pacientes a deambular por diversos especialis­tas que les «recetan medicament­os para paliar los síntomas», sin acertar el verdadero diagnóstic­o.

Las ayudas de la ley de dependenci­a también suelen retrasarse mucho. «El problema radica en la rápida evolución de la enfermedad», explica Jorge Murillo. «Cuando te hacen la primera evaluación todavía puedes valerte por ti mismo, pero a los pocos meses puedes caer en picado y tienes que volver a iniciar el proceso». El problema llega al extremo de que «hay muchos enfermos a los que les llegan las ayudas una vez que han fallecido», señala Murillo. «Sé de un caso que, por tener el dispositiv­o de control del ordenador a través de la mirada, le quitaron la gran invalidez en una revisión. ¡De locos!», enfatiza.

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// ABC Jorge Murillo en el salón de su casa

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