ABC (Andalucía)

Roca Rey corta tres orejas y Morante roza el milagro

► Con un lleno absoluto en tarde de gran expectació­n, Pablo Aguado reaparece con poca fortuna

- ANDRÉS AMORÓS

En Illescas, en un ambiente de enorme expectació­n, con el cartel de ‘No hay billetes’, Roca Rey comienza su temporada española abriendo la puerta grande, al cortar tres orejas, y recibe el aplauso de su compatriot­a Mario Vargas Llosa, en una barrera. Sin cortar trofeos, Morante muestra su momento actual con algunos pasajes absolutame­nte extraordin­arios. Reaparece, después de su lesión, Pablo Aguado y sólo se luce en el toreo de capa al ralentí. Saludan los banderille­ros Chacón (en el segundo) y Viruta (en el quinto); también lo mereció Iván García, en el último. Las reses de José Vázquez, de procedenci­a Domecq, con fama de nobles, dan escaso juego, salvo el quinto. La moderna plaza, inaugurada en 1997, es cubierta y cómoda. El empresario Maximino Pérez ha logrado convertir esta feria en un auténtico acontecimi­ento.

A mitad de camino entre Toledo y Madrid, Illescas es ciudad histórica, donde localiza Lope de Vega dos de sus comedias (‘El caballero de Illescas’ y ‘Las paces de los reyes y judía de Toledo’). Su Santuario de la Caridad conserva nada menos que cinco obras

Morante de la Puebla, al natural

maestras de El Greco. Muy cerca están la cervantina Esquivias y Borox, cuna de Domingo Ortega: es tierra muy taurina. Después del Covid, recupera ahora sus fiestas de ‘El Milagro’: el 11 de marzo de 1562, la Virgen de la Caridad curó a una tullida. (Algunos aficionado­s zumbones proponen nombrarla patrona de la actual tauromaqui­a). Vale mucho la pena visitar Illescas.

Hace años que un torero no era tan claro líder como ahora lo es Morante. En su 25 temporada como matador, ya ha firmado más de cien corridas. Torea en todas las plazas, no rehúye encastes ni rivales: lo propio de una primera figura. Esta tarde deja momentos para el recuerdo. El primero se llama Hadario (‘infortunad­o’) pero tiene la fortuna de que le toque Morante. Duerme a la verónica el capote de vueltas verdes; después de una chicuelina, enlaza delantales. El comienzo de la faena es deslumbran­te, con unos muletazos por bajo a dos manos increíbles, que unen la técnica clásica y la belleza.

Últimament­e, los públicos han vuelto a la línea artística. Eso deja un poco descolocad­o a Roca, pero arrasa como un vendaval

Lleva prendido al toro a cámara lenta en los naturales y se sale con un molinete («Olé el salero», grita a mi lado una señora: tiene razón). Al toro le falta fuerza y casta para redondear una grandiosa faena. Mata a la segunda, el toro tarda en caer y se esfuma el trofeo pero no la emoción estética.

El cuarto sale topando, embiste con la cara alta, muy deslucido. Morante no renuncia –como en otra época hubiera hecho– sino que le busca las vueltas, insiste y logra arrancarle algunos muletazos sueltos. No hay más que hacer y mata a la segunda. (Sólo desde la ignorancia y el buenismo actual se explica que se pite cuando un toro, muy herido, se resiste a doblar).

Un sopapo tremendo

Últimament­e, los públicos parecen haber vuelto a la línea artística. Eso deja un poco descolocad­o a Roca Rey pero sigue teniendo un gran tirón, por su capacidad y su entrega, que arrasan como un vendaval. Veroniquea con el compás abierto al segundo, suelto y flojo. Comienza con siete muletazos de rodillas, intercalan­do pases cambiados, que ponen al público en pie. Se muestra poderoso, fácil, pero el toro se raja pronto. Pincha en hueso antes de un sopapo tremendo: oreja. El quinto se mueve mucho, le permite desplegar su repertorio: quite vistoso, estatuario­s amanoletad­os, series de mucho mando. El arrimón final, recurriend­o otra vez a los muletazos cambiados, sube la temperatur­a. Mata como un cañón: dos orejas.

Las lentas verónicas de Pablo Aguado, en el tercero, huido, entusiasma­n por su naturalida­d. Luego, corre la mano con gusto pero no logra redondear faena. Mata entrando de lejos. El último se pega un topetazo contra las tablas y se echa. Aguado acompaña con gusto pero no domina. Espero verlo mejor.

Decía Eugenio d’Ors que, frente a Mantegna («las formas que pesan»), lo propio de El Greco son «las formas que vuelan» hacia lo alto. En Illescas, esta tarde, han volado el capote y la muleta de Morante con ligereza y gravedad, como la poesía de Manuel Machado. En la Fiesta del Milagro, el milagro lo ha hecho él, llevándono­s al cielo de la belleza clásica.

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// MARIO GÓMEZ Andrés Roca Rey pasea el doble trofeo del quinto toro en Illescas
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// MARIO GÓMEZ

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