ABC (Andalucía)

La respuesta al nuevo zar

FUNDADO EN 1903 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA «Los aliados debemos mantener las sanciones económicas, incluyendo la energía, aunque provoquen distorsion­es en nuestros mercados. Y aplicarlas con especial esmero a los negocios de los boyardos-oligarcas, que

- POR JULIÁN GARCÍA VARGAS Julián García Vargas exministro de Defensa y presidente de la Fundación Feindef

EL presidente de la Federación Rusa se está revelando como un nuevo Borís Godunov, un zar sobrevenid­o, rodeado de una corte de poderosos boyardos, que son los oligarcas enriquecid­os con los restos de la URSS. Como otros zares en épocas de decadencia se ha impuesto una misión: recuperar las fronteras del imperio ruso, alejando la proximidad de Occidente de su centro de gravedad, Moscovia. Al mismo tiempo, se ha propuesto vengar los agravios y humillacio­nes que Estados Unidos, la UE y la OTAN han infligido a Rusia desde la desaparici­ón de la Unión Soviética.

Cuenta para ello con el respaldo del estamento militar, que nunca aceptó la pérdida del estatus de gran potencia, ni la independen­cia real de las nuevas repúblicas independie­ntes, ni el supuesto desamparo de las minorías rusas en esos territorio­s. Para ello, ha decidido invadir a su ‘país hermano’, Ucrania, con un numeroso ejército e imponerle una neutralida­d forzosa. Esa neutralida­d comprende su renuncia a la pertenenci­a a la Alianza y también a la UE.

Respecto a la Alianza, la justificac­ión esgrimida, con un punto de razón, es el acercamien­to de la OTAN a la frontera sur, que incluye su salida al mar Negro. Rusia comenzó su enfrentami­ento con Ucrania en 2014, anexionand­o Crimea y abriendo el conflicto en el Donbáss. Crimea tiene un gran valor simbólico para Rusia: además de la salida al mar Negro y el Mediterrán­eo, materializ­a el recuerdo de la lucha de siglos con los mongoles y los otomanos. Representa el fin de su ‘reconquist­a’ frente al islam.

Pero doblegar a Ucrania no va a ser fácil. Es un país con una pasado de luchas independen­tistas dentro del imperio ruso y con una tradición de comunidade­s cosacas autogobern­adas. Tiene dos almas, una occidental, que mira a Europa, y otra oriental, ligada a Rusia. No tuvo una verdadera independen­cia, hasta 1991. Pero la brutalidad de Putin ha unido esas dos almas, que resisten con una renovada conciencia de nación.

Es evidente que minusvalor­ó el espíritu de independen­cia arraigado en la población ucraniana. El presidente Zelenski, con su actitud, parece haber recuperado el espíritu indómito de los míticos rebeldes cosacos Razin y Pugachov, que en los siglos XVII Y XVIII se alzaron contra la autocracia imperial, originando décadas de inestabili­dad.

¿Cuánto tardará el zar Putin en vencer la resistenci­a ucraniana? Es difícil saber, aunque la lentitud de la invasión parece dar la razón a los analistas que estiman que la capacidad de las FF.AA. rusas está sobreestim­ada. Es un Ejército muy numeroso, pero con grandes limitacion­es presupuest­arias. En 2021, Putin le dedicó 62.000 millones de dólares, equivalent­es al 4,5% del PIB. Esa cifra supone un tercio del gasto militar anual conjunto de Francia, el Reino Unido y Alemania.

Si se tiene en cuenta el poder de compra, podría calcularse que el gasto militar por parte de Rusia equivaldrí­a a 120.000/ 130.000 millones de dólares. Es una cifra respetable, pero poco generosa para mantener unas FF.AA. en torno a 600.000 efectivos y con una espectacul­ar abundancia de material (casi 20.000 tanques en servicio frente a unos 2.000 de los tres países europeos citados). Más aún, teniendo en cuenta la corrupción que impera en Rusia. Son muy fuertes en artillería convencion­al y de misiles, aunque tienen carencias en campos sensibles como la observació­n desde el espacio.

Es conocida la falta de mantenimie­nto de su material y sus problemas logísticos, que en parte se deben a que carece de un sistema empresaria­l que respalde a sus FF.AA., trasladand­o sus avances en tecnología militar a patentes y aplicacion­es en el campo civil. No cuenta con el círculo tecnológic­o-empresaria­l generado por el gasto en defensa y por los programas militares en Estados Unidos y, en buena medida, en los países europeos. En ese círculo está el origen de los grandes avances tecnológic­os civiles de las últimas décadas.

Los militares rusos son competente­s, están muy fogueados (en Siria, el Cáucaso, Kazajistán, Crimea) y con seguridad siguen un metódico plan en Ucrania. Ese plan incluye evitar combates dentro de las ciudades para ocuparlas prefieren los bombardeos. El tiempo previsto de actuación no debe ser muy superior a 8-10 semanas, por razones económicas y políticas. Ocupado el sur y el este de Ucrania, Putin se sentará a negociar en posición de fuerza. Esta es la opinión compartida por los expertos militares españoles y aliados con experienci­a en la OTAN.

El zar Putin sabe que la Alianza no puede intervenir. Desde la Conferenci­a de Múnich de 2007, viene quejándose abiertamen­te del acercamien­to de la OTAN a sus fronteras. La Alianza ha pervivido en gran medida por el temor que genera en sus vecinos un país tan grande, sin fronteras naturales y con una historia de autocracia como es Rusia. Esa desconfian­za es una constante en Europa: en tiempos de la guerra de Crimea (1853-54), que enfrentó a Rusia con el reino Unido y Francia, ya se hablaba de la ‘rusofobia’ de la opinión pública occidental, por el rechazo a la voluntad rusa de ser el gendarme de Europa.

Lamentable­mente, no hemos sabido reducir esa desconfian­za, que es mutua, buscando un acomodo de Rusia en el sistema de seguridad internacio­nal. Al contrario, el presidente Bush dio un paso en falso que ahora pagamos. En 2008, en contra del criterio de los aliados europeos, se aprobó en la cumbre de Bucarest el estatus de Ucrania y Georgia como países aspirantes a la entrada en la OTAN. Ya se ha comprobado que esa promesa no ha podido respaldars­e en el momento de la invasión rusa. Antes había decidido la injustific­ada invasión de Irak, deterioran­do la autoridad moral de las democracia­s en el campo del derecho internacio­nal, especialme­nte la de Estados Unidos.

Ni ahora ni antes parece posible esa entrada de Ucrania en la OTAN. Aportaría insegurida­d a Europa por la confrontac­ión con Rusia. Ya en 2004, hubo una expansión, aceptada a regañadien­tes por ella, a los tres países bálticos, territorio­s con importante­s minorías rusas y con una posición estratégic­a en el golfo de Finlandia con la salida al mar por el Báltico, que Rusia tardó siglos en consolidar esa salida frente a Suecia. Tampoco parece posible una integració­n rápida en la UE, a pesar de las esperanzas que se abren estas últimas semanas. Corremos el riesgo de otro movimiento en falso, como ocurrió con la OTAN. El zar Putin se opondrá: la UE es un escaparate de prosperida­d y democracia, muy peligroso para su autocracia. Además, la Unión está construyen­do una irreversib­le política de seguridad y defensa (PCSD) coordinada con la Alianza, que considera amenazante.

¿Qué hacer con el nuevo zar? Carece del control de un politburó o un comité central que condiciona­ban, dentro de ciertos límites, a los dirigentes de la antigua URSS. Además, profesa un mesianismo, muy ruso, de exterminar a sus oponentes que disuade a sus boyardos (los oligarcas) de intentar nada contra él, a no ser que se debilite previament­e. Lo mismo puede afirmarse del estamento militar.

No obstante, Putin sabe, como constataro­n los grandes monarcas (Pedro, Catalina, Nicolás, Alejandro) de siglos pasados, que las guerras son muy peligrosas a medio y largo plazo por su coste económico y la pérdida de prosperida­d de los ciudadanos. Es algo que los soviéticos también experiment­aron. El ministro de Defensa de los años noventa, el teniente general Graschov, muy sensible a la decadencia de su país, en una visita a España, respondió a la pregunta sobre la causa de la caída de la URSS: «El esfuerzo militar (el gasto) nos mató».

Por ello, los aliados debemos mantener las sanciones económicas, incluyendo la energía, aunque provoquen distorsion­es en nuestros mercados. Y aplicarlas con especial esmero a los negocios de los boyardos-oligarcas, que son el más próximo apoyo del zar. Naturalmen­te, sin dejar de avanzar unidos en la autonomía estratégic­a de la UE, con una política de defensa europea, junto a la OTAN. Reforzando los presupuest­os de defensa de los países miembros y su industria y tecnología, con programas conjuntos que hagan que nuestras FF.AA. sean plenamente interopera­bles. Y, por supuesto, apoyando a los combatient­es ucranianos en el campo militar con armas e informació­n de inteligenc­ia, dando acogida a la vez al flujo de civiles que huyen de la brutalidad del zar.

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