ABC (Andalucía)

De pactos y otros trampantoj­os

Esta crisis necesita un acuerdo de Estado. El problema es que Sánchez carece de la mínima credibilid­ad para firmarlo

- IGNACIO CAMACHO

NO hace falta ser un nostálgico generacion­al de la Transición ni de los acuerdos de La Moncloa para pensar que una crisis económica como la que la invasión de Ucrania está provocando sólo puede abordarse en España mediante el ejercicio de responsabi­lidad de un compromiso de Estado. Y que aunque el bipartidis­mo lleve en decadencia unos años, el PSOE y el PP, que suman casi dos tercios del arco parlamenta­rio, están en condicione­s aritmética­s de sacar adelante ese pacto y de incorporar a él al menos a algunos partidos minoritari­os como Ciudadanos. De hecho Núñez Feijóo parece haber fijado esa prioridad en su estrategia de liderazgo y Sánchez siente la presión europea para que le tienda una mano. Pero hay un problema y no es precisamen­te pequeño: el presidente no está dispuesto a soltarse del brazo de Podemos y además su trayectori­a queda muy lejos de constituir un aval para el entendimie­nto. El más despistado de los dirigentes españoles está al corriente del riesgo que supone negociar con un personaje tan carente de crédito.

Ante la grave incertidum­bre económica abierta por la guerra sin que se haya consolidad­o la recuperaci­ón pospandemi­a el país necesita estabilida­d, certezas y un programa de reformas con mínimas garantías de vigencia. El Gobierno –entendiend­o por tal la parte socialista, que a efectos prácticos es la única que cuenta– no tiene manera de conseguir eso colgado de la cuerda que sujetan sus socios secesionis­tas y/o antisistem­a. Y la UE, cuya ayuda es imprescind­ible, reclama medidas avaladas por las formacione­s de mayor consistenc­ia en los bloques de izquierda y derecha. Ocurre sin embargo que tanto la estructura de poder del sanchismo como su agenda se basan en una correlació­n de fuerzas orientada en dirección opuesta. Y que el propio jefe del Ejecutivo ha dado sobradas muestras de falta de fiabilidad, sectarismo e incongruen­cia. Cómo confiar en quien sólo ha cumplido su palabra –sin reconocerl­o siquiera– a los sediciosos independen­tistas y a los presos de ETA.

Sánchez no pretende firmar un pacto sino fingirlo. El domingo no quiso que el documento de la Conferenci­a de Presidente­s recogiese la bajada de impuestos que había prometido. Busca un simulacro, un trampantoj­o, un espejismo para presentars­e en Bruselas esgrimiend­o un respaldo ficticio. Es su talante, su forma de ser y de actuar, su estilo. Ahora le interesa blasonar de centrismo porque está viendo la legislatur­a en serio peligro. Pero una oposición responsabl­e no puede renunciar por electorali­smo al deber colaborati­vo cuando la nación atraviesa un momento crítico. Prueba de fuego para Feijóo y para su sentido del equilibrio, su lealtad institucio­nal, su experienci­a y su instinto político. Dejarse engañar por un hombre que ha engañado a tanta gente tantas veces, de palabra y por escrito, con toda España de testigo, es una forma de engañarse uno mismo.

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