Oligarpijas
Se dedican a bailar en las discotecas, lucir palmito sobre la cubierta del yate y colgar fotos en las redes
CUANDO en alguna reunión alguien suelta muy orgulloso lo de «yo no me cambiaría por nadie» intuyo que me encuentro ante un insensato. Anda que no me cambiaría yo por un montón de gente... No me quejo, pero entiendo que las vidas de muchas otras personas consigueron cumbres apabullantes. Durante un tiempo, si el genio de una lámpara me hubiese concedido la posibilidad del cambio, habría optado por Steve McQueen, el tipo más molón del siglo XX. Trabajó con Peckinpah y mantuvo un romance electrificado con Ali MacGraw. Hay que ser tonto para no cambiarse por él. Pero luego reflexioné... Tuvo una infancia desdichada y, además, gran problema, murió bastante joven. Por lo tanto, decidí que mejor ser Paul Newman. Alternó con los primeros espadas y llegó a la edad provecta luciendo impresionante elegancia, basta admirarlo en ‘Camino a la perdición’. Sin embargo jamás me hubiese cambiado por Warren Beatty, pese a que Woody Allen sentenció que le encantaría reencarnarse en las yemas de sus dedos por aquello de su fama de don juan. Pero a Warren siempre le profesé enorme manía, y contra las manías no se lucha.
Estas ensoñaciones fantasiosas evolucionaron según transcurrió el tiempo y el devenir de los acontecimientos. Ahora que andan ventilando las vidas de las hijas de los oligarcas rusos en Londongrado, pues hombre, observando que, según parece, estas bellas oligarpijas sólo se dedican a bailar en las discotecas, lucir palmito sobre la cubierta del yate y colgar esas fotos en las redes, creo que me cambiaría por cualquiera de ellas. Una vida tan frívola, tan millonaria, tan merluza, segrega su atractivo. Claro que, con las cuentas embargadas, quizá terminen en la ruina y no es plan. No, tampoco me convence. Al cumplir años los sueños se evaporan, las aspiraciones se rebajan y por fin se disipan las dudas. Así pues, lo tengo claro: me cambiaría por el primer fulano que apareciese sin la atadura de una hipoteca. Seré esclavo de la mía hasta los 80 años. Y conviene ser realista. Un asco.