La guerra en directo
Un Putin derrotado es aún más peligroso, ya que, como Sansón, puede desencadenar un apocalipsis nuclear
POR primera vez desde que el género humano tomó conciencia de sí mismo y del mundo, puede contemplar una guerra desde la sala de su casa, en la pantalla de su televisión, como un partido de fútbol o un debate parlamentario, gracias a los periodistas y cámaras que, desde primera línea de fuego, retransmiten la invasión rusa de Ucrania, jugándose la vida en ello, con dos bajas hasta el momento. Está resultando bastante distinta de las escenas bélicas de las películas que rememoran viejas batallas y mucho más dramática. Por lo pronto, la población civil es más protagonista que los ejércitos beligerantes, algo que posiblemente ocurrió en todas las guerras, pero que el cine prefirió ocultar, al no ser tan melodramática. Nos damos cuenta también de que los verdaderos héroes no son los combatientes, aunque sin duda se dan casos de enorme bravura en ellos, sino los viejos, los niños y las mujeres que se han quedado en retaguardia para sufrir todo tipo de penurias y hostilidades, desde la carencia de alimentos e incluso agua, hasta los bombardeos del enemigo, y que, si les ha dado tiempo, sobreviven en el sótano de sus edificios o en las atestadas estaciones de Metro.
¿Cómo va a influir esta retrasmisión en directo de la guerra en Ucrania en su desenlace? Nadie lo sabe por la sencilla razón de que, pese a la enorme diferencia de armas y combatientes, han pasado más de veinte días y los rusos aún no han tomado Kiev como pretendían, para instalar allí un gobierno títere. Pero de lo que no cabe la menor duda es de que Putin ha perdido la guerra de la popularidad entre el gran público, y si su Ejercito continúa demoliendo las ciudades ucranianas con sus habitantes, en vez de tomarlas, perderá también el de sus escasos simpatizantes.
El gran dilema es que si un Putin vencedor significa una amenaza para todos los países vecinos que pertenecieron a la Rusia zarista o soviética, un Putin derrotado es aún más peligroso, ya que, como Sansón, puede desencadenar un apocalipsis nuclear.
¿Hay que ofrecer a Putin una salida honorable aunque no la merezca? Es la pregunta que se hacen en todas las cancillerías y moviliza tantos encuentros diplomáticos. Lo malo es que no se conforma con una salida honorable, como un reajuste de sus fronteras occidentales, sino que quiere Ucrania entera. Y eso no, porque sería, como fue ceder ante Hitler en Múnich, invitarle a nuevas anexiones. Así que atención, porque la guerra que estamos viendo en el televisor puede llegar cualquier día a nuestra ciudad.