Feijóo y los celos
El triple reto será superar el rencor acumulado, reformular su relación con Vox, y evitarse ‘ayusos’ en guerra
Cuando el presidente del Gobierno vuelve a reclamar entrevistas y numeritos públicos con ese gesto y tono paternalista tan sobreactuado, es porque algo serio se tuerce en las previsiones demoscópicas de Moncloa. A Sánchez la sobrevenida voladura del PP de Casado y su relevo por Núñez Feijóo le favorecen tanto como una inflación desbocada hacia los dos dígitos, una crisis de suministros, y la indignación social progresiva que, a la larga, viene a sumar al hartazgo por los errores y las mentiras de la pandemia un empobrecimiento basado en un vaciado completo de los bolsillos.
Cuando deje de actuar como presidente del PP ‘in pectore’ y lo sea, Núñez Feijóo deberá afrontar tres desafíos. Primero, diseñar una dirección idónea para restañar heridas y superar tanto rencor orgánico acumulado, y tantos celos que superaron a Casado. Difícil. Segundo, plantear un nuevo estatus de relaciones con Vox, al que necesariamente deberá convertir en aliado silente, con el peligro añadido de que fracase cuando llegue el momento de apelar al voto útil para ganar a Sánchez. Cualquier eventual empate entre ambos partidos si Vox llega a dispararse difícilmente sumaría la mayoría necesaria para impedir una nueva investidura de Sánchez. Y tercero, amansar las pugnas territoriales en el partido para que el País Vasco, Cataluña o Madrid no sean un polvorín permanente. De la tregua que le conceda Díaz Ayuso, por ejemplo, dependerá mucho la percepción de un partido unido y de un cainismo superado.
El problema del PP ya no será el de la imagen de liderazgo –eso se lo ha ganado Feijóo con cuatro mayorías absolutas en Galicia–, sino el de ser, y no parecer, alternativa. Y en eso, Sánchez y su obsesión por sacudirse culpas –ahora con Putin– se lo están poniendo fácil porque la catástrofe energética y la inflación son muy anteriores a la invasión de Ucrania. A Sánchez cada vez le cuesta más fingir que no miente y aparentar credibilidad. Todo empieza a tener similitudes con la etapa final de Zapatero en 2010. Vuelve el cansino runrún de ruptura de la coalición y de elecciones anticipadas para no dar tiempo al PP a forjar su alternativa. Pero parece inviable. Es no conocer a Sánchez ni el alcance de su ‘resiliencia’. Le basta con sacar a la ministra de Hacienda a anunciar que rebajará, ya si eso en unas semanas, algún impuestillo en «ló produtto má impactao en su fijcalidá», y asunto ‘arreglao’. Eso sí, comienza a llegar tarde para mucho votante no ideológico.