ABC (Andalucía)

Rusia impaga, Occidente gana

Es un problema que se circunscri­be al país y que no es un riesgo sistémico ni afecta a otras divisas

- JOSÉ RAMÓN ITURRIAGA

Tras el batacazo del rublo de los últimos días, la deuda rusa denominada en dólares –la deuda en rublos viene a ser financiera­mente como los cromos de la Liga– no es sostenible. Rusia no puede hacer frente a los vencimient­os y próximamen­te impagará. Así son las cosas. Ni quiere ni desde luego puede. Suena como algo muy grave. Nos recuerda los tiempos de la gran crisis financiera en la que los ‘default’ se concatenab­an. Sin embargo, en este caso no tiene ningún impacto en la estabilida­d del sistema. Hay que recordar que Rusia hizo borrón y cuenta nueva no hace tanto –finales de los años noventa– y que en los últimos años no ha necesitado endeudarse mucho por su privilegia­da posición de balanza de pagos. El peso de las exportacio­nes de hidrocarbu­ros y otras materias primas en su economía es tremendo –casi del 50% sobre el PIB–, lo que le ha permitido crecer sin necesidad de endeudarse. Lo anterior, sumado al mal historial de pagos ruso, hace que la deuda rusa en manos extranjera­s sea testimonia­l. El peso que pueda tener en las carteras financiera­s de los grandes inversores institucio­nales es marginal por lo que no hay riesgo de un efecto dominó como hemos visto en otras ocasiones. Es un problema que se circunscri­be exclusivam­ente a Rusia. Por lo tanto, ni se trata de un riesgo sistémico ni se dan las circunstan­cias para que lo que ha pasado con el rublo se traslade al resto de divisas de países emergentes.

En el pecado llevan la penitencia. Y esa penitencia no va a ser precisamen­te llevadera. Con independen­cia de cómo y cuándo se acabe resolviend­o la guerra en Ucrania, la vuelta al sistema va a ser prácticame­nte imposible con el régimen político actual. Visto lo visto, la confianza de los mercados no va a volver. En pocas semanas ha pasado de ser una economía mediana con un importante peso relativo por el peso de sus ‘comodities’ en el comercio mundial que disfrutaba de una situación hasta cierto punto privilegia­da, a un paria. Un apestado con quien nadie quiere tener nada que ver. El tiro en el pie es colosal. Es otro de los resultados no deseados del envite suicida del presidente ruso.

Solo les queda China. Pero los chinos, más allá de las declaracio­nes grandilocu­entes y gestos ambiguos a los que nos tienen acostumbra­dos, tampoco son el socio más fiable. Y menos en la situación de debilidad actual. Son sin duda la economía que más perjudicad­a puede verse si la coyuntura actual se prolonga. Su dependenci­a del precio de las materias primas y del consumo occidental es enorme. Además, todavía se están lamiendo las heridas de la última crisis –con implosión de la burbuja inmobiliar­ia incluida– como para que sean ellos los que con sus acciones prolonguen esta situación. Rusia se ha quedado sola por méritos propios. Quizá sean precisamen­te las consecuenc­ias económicas de esta soledad que les va a costar muy caro lo que les lleve a cambiar el rumbo. Y esto pasa por el cambio de régimen. Si el impago de deuda ayuda, bienvenido sea.

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