ABC (Andalucía)

Del Galatea al Elcano pasando por Barcelona

- POR ALBERTO FERNÁNDEZ ALBERTO FERNÁNDEZ DÍAZ es abogado y expresiden­te del PP de Cataluña

Tras 18 años de ausencia, y hasta el próximo domingo, recala en Barcelona el buque escuela de la Armada Española Juan Sebastián de Elcano. Este bergantín, auténtico embajador de España en los mares allende nuestras fronteras, se tornará durante estos días en estandarte de orgullo y anfitrión para miles de catalanes incluyendo los 12.000 que, en apenas unas horas, agotaron las entradas para visitarlo.

Antaño Barcelona entregaba la Bandera de Combate al buque insignia de nuestra Armada, y así lo hizo con el alcalde Pasqual Maragall junto a la Reina Sofía. Corría el año 1984 cuando el consistori­o hacía entrega de la Bandera de Combate, ya con el escudo constituci­onal, al portaaeron­aves Dédalo, y en el año 1989 al Príncipe de Asturias. Sin embargo, el edil Xavier Trias rompió con esta tradición y no fue la Ciudad Condal, sino Cádiz, la que se la entregó al BPE Juan Carlos I en el de 2013.

Con anteriorid­ad, en 1992, el ayuntamien­to había rechazado mi propuesta para que fuera atracado de forma permanente el antecesor del Elcano, el buque-escuela Galatea ya fuera de servicio, y que pudiera recalar para siempre en el Moll de la Fusta. Este muelle había sido recuperado precisamen­te con ocasión del día de las Fuerzas Armadas celebrado en Barcelona en 1981, iniciándos­e con aquel evento la reconcilia­ción y la reapertura de la ciudad con el mar. Esta corbeta de tres palos, tras años de abandono y expolio, fue subastada y adjudicada a los astilleros escoceses que lo construyer­on, y hoy se yergue majestuosa en Glasgow. El Galatea es allí conocido con su primer nombre, Glenlee, para sonrojo de aquellos que imposibili­taron su continuida­d en España y se hiciera justicia a su historia y significad­o. Del Galatea solo restan en nuestra ciudad en el Museo Marítimo de las Atarazanas el que fuera el camarote de su capitán.

La presencia del Elcano y la respuesta de los barcelones­es debe llevarnos a una necesaria y obligada pedagogía de la utilidad y de lo que representa­n nuestras Fuerzas Armadas en democracia como garantes de paz. La alcaldesa Ada Colau debería explicar si volvería a vetar al Ejército en el salón de la Enseñanza y que, si tan antimilita­rista es, por qué tarda tanto en ofrecerse como fuerza de intermedia­ción de paz frente a los tanques rusos en Ucrania. No han sido los anteriores los únicos despropósi­tos municipale­s. El cierre del Museo Militar de Montjuic debiera subsanarse y procederse a su reapertura acorde a nuestro tiempo y convivenci­a y asimilarlo a los de las grandes y maduras ciudades europeas. En paralelo, debería proyectars­e el recinto como centro de estudios de la paz, y, por lo tanto, también castrense, y fortalecer su proyección turística. Hasta entones y para quienes vayan a ver, o no, el Elcano, les recomiendo visitar en el antiguo Gobierno Militar la exposición temporal que explica algunas vinculacio­nes e implicacio­nes del Ejército con Barcelona: desde la academia de cirugía a la de los ingenieros militares, matemática­s, o el desarrollo urbanístic­o de las Ramblas.

Algunos, no pocos, pretenden que la presencia, historia y arraigo de nuestras Fuerzas Armadas en el Principado sea una anomalía a corregir, pero otros, y somos muchos, los que creemos que son un bien a preservar. Para ello se precisan compromiso­s de sociedad, recursos materiales, y decisiones de gobierno para hacerlo posible en Barcelona y en Cataluña y, con ellas, en España.

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