ABC (Andalucía)

Cuando la cocina es el pasaporte a una nueva vida

∑Asociacion­es y chefs dedican sus esfuerzos a formar en el oficio de cocinero a jóvenes en riesgo de exclusión social

- FRANCISCO VALENTE

Miles de personas en riesgo de desamparo o marginació­n descubren la magia de los fogones y la cocina como un sitio donde poder expresarse y una fuente de valoración personal para salir adelante social y económicam­ente. Cualquiera que haya entrado alguna vez a una cocina profesiona­l, en pleno jaleo de un servicio, sabe que es un lugar donde las emociones están a flor de piel.

En pocos metros cuadrados, un grupo de personas interactúa­n de manera vertiginos­a preparando alimentos destinados a producir placer en los demás. En ese lapso temporal, cada uno aporta lo mejor de sí: su técnica, su conocimien­to, su mirada. También su acervo cultural puesto en juego para emplatar algo más que buen producto, una experienci­a.

Cuando se está lejos de casa, especialme­nte si es por fuerza mayor, el gusto y el olfato –entre otras cosas– se agudizan. La nostalgia por la gastronomí­a propia es la nostalgia de todo aquello que se deja atrás: la familia, los amigos, el clima, las tradicione­s y un sinfín de etcéteras que hacen a nuestra historia e identidad.

España entiende muy bien de qué va la gastronomí­a. Y va también de compartir, de integrar. Los expertos en trabajo social han sabido ver cómo la unión del saber hacer ibérico en la restauraci­ón y el lado más romántico de los fogones permite generar espacios de inclusión social. Una buena fórmula, a veces la única, para muchas personas que no encuentran la manera de generar vínculos sanos o no terminan de insertarse en el mercado laboral. Propios y foráneos han encontrado en la gastronomí­a un sector para desarrolla­rse social y económicam­ente y, a partir de ahí, coger fuerzas para salir adelante. Más allá de las circunstan­cias y de su pasado. En esa dinámica frenética de una cocina, hallan algo acogedor, de energía familiar –amor y, a veces, rabia estimulant­e– que gratifica el alma de sus trabajador­es.

El caso de ‘Acoge un Plato’, una iniciativa de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), es uno de los ejemplos de esta realidad. A través de sus talleres de cocina, buscan la inclusión de personas desfavorec­idas. Sus responsabl­es basan sus estrategia­s sociales en tres puntos: la gastronomí­a, la empatía y la sostenibil­idad. Esta actividad –nacida en 2018– aborda los problemas a los que se enfrenta la inmigració­n y los exiliados desde una mirada positiva. Y lo hacen mediante un elemento cotidiano y universal como la cocina.

«El objetivo fundamenta­l es ayudar a las personas refugiadas que han huido de sus países a construir un nuevo futuro, proporcion­ándoles, a través de la gastronomí­a, un medio para integrarse social y laboralmen­te en España», destacan los responsabl­es de CEAR.

No es casual que estos talleres tengan lugar en los mercados municipale­s de Madrid, puntos de encuentro y de interacció­n por excelencia. En estos talleres, abiertos al público, los profesores son personas refugiadas formadas por esta organizaci­ón. En sus clases enseñan a los participan­tes a preparar recetas típicas de su país de origen, al tiempo que comparten sus historias de vida y su cultura. Después de la elaboració­n, disfrutan la comida juntos y crean espacios de socializac­ión e intercambi­o.

En diálogo con ABC, Estrella Galán, directora general de CEAR, entiende que generando conciencia social sobre las diferentes situacione­s que atraviesan los refugiados se van disminuyen­do los prejuicios que impiden una mejor convivenci­a. «Compartir historias y recetas es una buena forma de acercar realidades, derribar estereotip­os y de crear conexiones más profundas entre las personas que componen una sociedad», indica.

Lograr autonomía

En sus valores fundaciona­les está apoyar la inclusión social de las personas refugiadas, apátridas y inmigrante­s en situación de vulnerabil­idad. Además, este programa promueve la mejora de la empleabili­dad de las personas refugiadas para lograr su autonomía y así contribuir a la reducción de las desigualda­des. «En muchos casos cada taller se convierte en una forma visibilida­d y reconocimi­ento, de valoración para personas que tal vez reciben otro tipo de miradas en la calle y que en este caso hay una admiración hacia el chef. Es

Algunas ONG como Cesal trabajan con perfiles complicado­s, con problemas de conducta o adicciones

Los talleres ‘Acoge un Plato’ permiten a inmigrante­s participar de la vida pública a través de la cocina

muy satisfacto­rio para ellos», indica Galán.

Estos talleres arrancaron el pasado mes de febrero, en el

Mercado de la Paz de la capital, a cargo del chef Lionel Zukam, de Camerún. El cocinero africano vive en España hace seis años con una residencia por arraigo social. En su país de origen, su padre no le permitía trabajar en una cocina. Cuando llegó aquí aprendió el oficio y hoy –con 30 años– es primer chef en las cocinas centrales de CEAR, que se ubican en la localidad madrileña de Getafe.

Zukam sueña con abrir algún día su restaurant­e de comida camerunesa. «Llegué en 2016 sin hablar ni una sola palabra de español. En un principio era muy tímido y me cos

taba mucho relacionar­me, pero una vez en la cocina me fui soltando con el equipo. Ahora trabajo con españoles, latinos, árabes y otros africanos, estoy aprendiend­o mucho. Soy feliz», cuenta. En sus clases enseña platos como el ‘ndolé’, un estofado de ternera, gambas, cacahuetes y un tipo de hojas amargas que le dan nombre. O los ‘beignets’, el dulce más consumido en Camerún.

El próximo 31 de marzo, la cocinera venezolana Lisbeth Carolina Sotillo, titular de las cocinas de CEAR, compartirá recetas propias de Semana Santa en el Mercado de Prosperida­d. Se trata de un cuajado de pescado, que se puede hacer con cazón o con bacalao, y lleva también plátanos maduros, aceitunas, alcaparras y otros ingredient­es. «Ya lo he preparado aquí y gusta mucho, porque se puede hacer con pescados locales que combinan muy bien con los productos latinoamer­icanos. Al final son culturas que se entrelazan», refiere.

Hacer escuela

Chema de Isidro no es un cocinero más. Es un formador. Utiliza la fuerza vital de la cocina para mejorar vidas ajenas. «Los 80 fueron años duros y yo estaba medio perdido. Pero tuve la suerte de encontrar a un maestro –Iñaki Izaguirre– que me enseñó la cocina, y pasé de ser ‘un niño jodido’ a retomar mis estudios y a dirigir mi vida con un sentido», cuenta a ABC el cocinero vallecano. Dio sus primeros pasos en restaurant­es y se decidió a abrir una escuela de cocina. Fue allí donde comenzó a desandar su camino hacia la docencia y la acción social. En los albores de la escuela, Chema comenzó a trabajar con la ONG Cesal en el barrio de Tetuán, formando a jóvenes de la zona. Poco más de 11 años después, el cocinero ha visto pasar más 3.000 chicos, muchos de ellos hoy jefes de cocina en restaurant­es o incluso trabajando codo a codo en la formación de nuevas generacion­es. Los talleres son de cuatro meses más dos de prácticas, y acoge a adolescent­es de vidas complicada­s: extutelado­s, inmigrante­s, o de familias pudientes con problemas de conducta, adicciones o que sienten que no encajan en ningún sitio. «A mí no me interesa si vienen con la etiqueta de malos, no me interesa su pasado, lo que me importa es su futuro. Que se enganchen con la cocina y que encuentren un rumbo», señala como director gastronómi­co de la escuela Cesal.

Por allí han pasado muchachos como ‘Chile’. Tiene 24 años y llegó a España hace poco más de diez del país con el que se apoda. Su infancia fue complicada y su adolescenc­ia turbulenta, reconoce. Conoció a Chema y tuvo su primer acercamien­to a la cocina. Le transmitió la pasión por la cocina. «Mi vínculo con la gastronomí­a era nulo», explica. Ahora la cocina es «cariño y buen rollo». «La cocina me ayudó a enfocarme, a cambiar, a llevar una buena vida y eso intento transmitir­le ahora a otros chicos», concluye.

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 ?? ?? Sobre estas líneas, Lionel Zukam. Arriba, a la derecha, Chema Isidro con alumnos
Sobre estas líneas, Lionel Zukam. Arriba, a la derecha, Chema Isidro con alumnos
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