Defensa y energía
La industria militar española es fuerte pero reducida, lo que limita su capacidad de capturar el mayor gasto
Los gobiernos no tienen muchas herramientas económicas para combatir ‘shocks’ de oferta como pandemias o guerras. Las intervenciones son arriesgadas y contraproducentes porque adulteran las señales económicas. Por eso rápidamente abordan el asunto con políticas del lado de la demanda que son más asequibles. Lo vimos en la pandemia: a finales de marzo de 2020 ya se estaban aprobando medidas de política fiscal y monetaria.
Todo el mundo tiene derecho a defender sus intereses, pero resulta absurdo exigirle al Gobierno que actúe sobre factores que no están a su alcance o diseñe soluciones que, al falsear la situación, provocarán mayores problemas en el futuro.
Hay, sin embargo, cosas que los gobiernos pueden hacer. Como introducir mecanismos que amortiguan la volatilidad de los precios. Economías menos desarrolladas que la española los tienen para suavizar las oscilaciones del precio del petróleo y los aplican con éxito. De hecho, este problema se planteó cuando José Manuel Soria eliminó las subastas Cesur, en diciembre de 2013, denunciando su manipulación, y el precio de la electricidad quedó determinado por el ‘pool’ diario que es el que ha protagonizado las subidas del último año. Nunca se diseñó un mecanismo pese a que hubo varias propuestas. El Gobierno también ha anunciado un incremento del gasto en defensa. Ya en el último año de Gobierno de Rajoy, la presión de la OTAN lo hacía previsible. La entonces ministra de Defensa dijo en enero de 2018 que España duplicaría su gasto en siete años. La invasión rusa de Ucrania ha acelerado el proceso y Europa parece dispuesta a gastar más. Sin embargo, nuestro tejido productivo capaz de capturar este mayor gasto sigue siendo reducido y carece de firmas emblemáticas que coticen en los mercados, a excepción de Indra.
Según datos de la Asociación Española de Empresas Tecnológicas de Defensa, Seguridad, Aeronáutica y Espacio (Tedae), la facturación anual del sector llegó a 14.100 millones en 2019 y se desplomó un 19% con la pandemia. Se trata de un sector que hasta ahora estaba muy imbricado con los usos civiles de su I+D+i. La facturación puramente militar es menos de la mitad de esa cifra y en un 85% procede de las exportaciones.
El 83% del sector privado que interviene en la industria de la defensa son pequeñas y medianas empresas. Algunas son extraordinarias, tanto desde el punto de vista de sus productos como de su capacidad de innovación. Pero no cotizan en Bolsa, por diversos factores, entre los cuales no es menos importante la difícil relación que la sociedad española tiene con las necesidades de defensa. Reducir el gasto militar siempre ha sido la propuesta fácil y demagógica de casi todos los partidos y eso también ha contribuido a que los grandes programas de armamento se hayan comido casi todo el presupuesto hasta 2028, como reconocía a finales del año pasado la secretaría de Estado de Defensa.