Las monjitas sacan el pañuelo blanco
►El Niño de las Monjas sale a hombros; Alarcón y Perera cortan una oreja
A pesar del viento huracanado y de los deslucidos novillos de El Pilar, los tres jóvenes muestran entrega y ganas de ser toreros. El Niño de las Monjas corta dos orejas y sale a hombros; una, Álvaro Alarcón y Manuel Perera, después de sufrir una paliza. Sólo les reprocho que alarguen demasiado las faenas: un vicio actual.
La novela ‘El Niño de las Monjas’ (1922), de Juan López Núñez, folletinesca, se hizo muy popular, con un argumento cercano al de ‘Currito de la Cruz’: el chico hospiciano que intenta ser torero. Lo encarnaron en el cine varios diestros: Eladio Amorós (1925), El Estudiante (1935), Luis Procuna (1944) y Enrique Vera (1958). Ahora, el joven valenciano Jordi Pérez, acogido a los 11 años, elige este apodo, que responde a su biografía. En una entrevista a Rosario Pérez, en ABC, contaba que sor Elisa le cose los rotos de los vestidos de luces...
Recibe a portagayola al primero, noble pero flojo. Muestra firmeza y entrega, corre la mano con suavidad en los derechazos y mata fácil. No sólo las monjitas, en el tendido, sacan los pañuelos: oreja. No se aflige en el brusco cuarto, luce más oficio del esperable. Mata con decisión: oreja cariñosa de los paisanos y salida en hombros.
Devuelto el flojo segundo, el sobrero no se entrega. El toledano de Torrijos Álvaro Alarcón muestra estilo clásico en los naturales y mata con decisión: justa oreja. Brinda el quinto a El Soro, en sus 40 años de alternativa, y a Eloy Cavazos. Muletea con temple y gusto, aunque el novillo protesta. Suena el aviso por alargar: media estocada (petición).
Un volteretón
El pacense Manuel Perera ha superado un grave accidente y una tremenda cornada. Con sólo 20 años, ya está anunciada su alternativa en la Feria de Abril. Lo apodera Juan José Padilla. Brinda también a El Soro. Además de su valor, lo veo puesto y fácil, de pie y de rodillas. Mata a la segunda. El sexto, de salida, le pega un volteretón: hay que recoger al toro antes de querer lucirse. Sin chaquetilla, se empeña en torear de rodillas y sufre otra voltereta. Todavía lo entrampilla una vez más: a... eso, gana siempre el toro. Se justifica con valor evidente y mata muy bien: oreja.
En un ambiente tan desapacible, la novillada ha sido entretenida, por la entrega de los tres jóvenes. Las Hermanas de los Desamparados, felices.