Energía sin ideología
Sobran los planteamientos populistas y demagógicos. Lo que España necesita es rigor y acción
España es uno de los países de la UE con mayor grado de dependencia energética del exterior. Una realidad anterior a la guerra de Ucrania y fruto de un Gobierno que vive de la demagogia y que no ha desarrollado una política energética que genere seguridad. Lo sabemos bien quienes hemos estado al frente de empresas energéticas, en mi caso, generadoras de energía con carbón.
El Gobierno socialista de España llegó al poder en 2018 y declaró la guerra al carbón decretando el cierre de las centrales térmicas, y a la energía nuclear paralizando la construcción de cinco centrales nucleares por criterios puramente políticos. Nos vimos sometidos a una operación de marketing energético teledirigido por la ideología y los lobbies radicales.
Ahora estamos viendo las consecuencias. España importó en 2019 el 78 % de la energía consumida y, a pesar de esto, el Gobierno socialista aprobó el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 que, un año después, ya no se cumple, entre otras cuestiones, porque preveía un aumento importante de la renta disponible de las familias por el importante ahorro que iban a tener en la factura eléctrica. La realidad es bien distinta: el precio medio de la energía en España ha pasado de los 50 euros /MWh de 2019 a los más de 200 euros de 2021.
Pero, la política energética de la ideología todavía ha ido más allá con el ‘No al gas’ del PSOE. Le faltó tiempo al Gobierno central para sacar de la cuarta y quinta lista de Proyectos de Interés Comunitario (PIC) las redes gasísticas con las que exportaríamos gas a Europa y que sí estaban en la tercera lista de proyectos enviada por el Gobierno del Partido Popular a la Unión Europea, lo que permitiría que contaran con financiación de Europa. Ahora, la ministra Ribera dice que es necesaria la conexión de España con Francia a través del Midcat, paralizada desde 2018 y sacada por el Gobierno de los PIC, pero que tardaríamos en contar con ella más de cinco años. A nadie se le escapa que somos el país de Europa que más regasificadoras tiene pero que no aprovecha su capacidad de regasificación y almacenamiento.
Estas contradicciones de un Gobierno que no ha sabido abordar la transición energética ni en las formas ni en los tiempos impiden que las empresas generadoras de energía no realicen, sus inversiones en un escenario estable y previsible.
El país está en manos de radicales que no saben que una política energética adecuada debe basarse en la seguridad del aprovisionamiento, la competitividad de la economía y el respeto al medio ambiente. Y es que los planteamientos demagógicos y populistas sobran y lo que España precisa es rigor y acción.