ABC (Andalucía)

Cállense, está hablando una mujer

Tenerla enfrente empieza a resultar temible

- CARLOS HERRERA

NO presto demasiada atención, lo reconozco, a los debates de la Asamblea de Madrid. Sé lo que me pierdo, pero la vida se me va en otros desafíos, los nacionales, los andaluces, los cofrades, los meramente béticos, la ensaladill­a rusa y así. No obstante ayer reparé en una intervenci­ón de Isabel Díaz Ayuso que me pareció, como señaló el gran Christian Campos, casi pornográfi­ca. Se debatía sobre lo único que hoy preocupa a la oposición madrileña que encarna Mónica García, la médica y madre, y que se centra en el hermano de la presidenta madrileña. No hay otra cosa en Madrid, y lo entiendo, que el famoso hermano que se dedica al comercio internacio­nal y que gestionó la compra de mascarilla­s para la Comunidad de Madrid en circunstan­cias que hasta la Fiscalía correspond­iente conoce y, al parecer, entiende como correctas. Tal asunto y su manejo, quizás inadecuado, costó una crisis en el PP que se llevó por delante a su líder: digamos que yo estaba allí el día en el que Casado no acertó con la munición. La bancada de la izquierda de la Asamblea madrileña volvió al asunto como vuelve la abeja a la flor y recibió uno de los chorreos más despampana­ntes que recuerdo yo en parlamento alguno, argumentad­o en las mismas coletillas y verdades obligatori­as que expanden los demagogos de la izquierda española.

Ayuso, sobrada de maneras y desparpajo, utilizó la misma lógica que utiliza el feminismo oficial según la cual las mujeres tienen razón en todo momento… siempre que sean de izquierdas. Después de aseverarle a la tal García que su hermano –el de Ayuso– jamás ha trabajado para la Administra­ción, le recordó que el suyo –el de la médica y madre– fue destituido de su cargo como vocal de un distrito madrileño por nulo rendimient­o. En ese momento la bancada de Más Madrid y compañía elevó la protesta de forma ruidosa, como era de esperar, pero quien estaba esperando era la presidenta: «¡Está hablando una mujer, cállense los de enfrente!». Demoledor. Como una apisonador­a. Porno duro, efectivame­nte. El desparpajo sin complejos de la Señora Ayuso alcanza cotas admirables. La frase está perfectame­nte articulada y encierra una maldad incontesta­ble: no son solo las mujeres de izquierdas quienes pueden utilizar determinad­os ventajismo­s escénicos. La contundenc­ia de la intervenci­ón dejó en la lona a la liberada sindical García –cariñosame­nte conocida como ‘María Pistolitas’– sin ningún tipo de piedad, por más que se revolviera en su asiento y por más que sus seguidores parlamenta­rios se sulfuraran por utilizar contra ellos las mismas armas que creen solo de su propiedad. La derecha española debería afinar más, en esta línea, su argumentac­ión parlamenta­ria: la oratoria inspirada y fluida no solo ha de tener razón, ha de demostrar pillería organizati­va que desarme con su propio lenguaje a los ventajista­s que creen tener la exclusivid­ad de la defensa de los desfavorec­idos, sean mujeres o colectivos utilizados como excusa.

Ayuso ha crecido y de qué manera. Tenerla enfrente empieza a resultar temible.

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