La niñez arrebatada
No me trago vuestro rollo hipócrita de apresurados yoko onos
Una de las más hermosas dedicatorias que recuerdo es la que Saint-Exupéry dedicó a su amigo Léon Werth en ‘El principito’. El autor se disculpa ante los niños que acaso se dispongan a leer su imperecedera obra por haberla consagrado a un adulto y lo justifica en que su compadre puede entenderlo, pasa hambre y frío y, sí, necesita el abrigo del consuelo, recuperar eso que sólo es recuerdo de la Arcadia feliz de la infancia. Por eso acaba con un giro inesperado y genial: «A Léon Werth, cuando era niño».
Pero hoy, en la tierra castigada de Ucrania, hay que sacudirse la infancia. Nada hay placentero en ella, no hay juegos, risas, tampoco caprichos, los críos no reclaman juguetes sino armas para sus padres. Eso también se lo ha arrebatado Putin y su locura de una Gran Rusia, enorme en extensión pero aún más en injusticia, terror, autoritarismo y miseria. No hay niñez a la que volver porque la que a partir de ahora tendrán los niños ucranianos es la biografía arrasada a la que los ha condenado el hombre del saco moscovita.
Será una generación maldita, macerada en odio, amamantada en venganza, ellos que crecieron con el recuerdo de la sangre derramada en el Maidán para lograr convencer a los burócratas de Bruselas de que Ucrania debía entrar en la UE para zafarse de la garras de Putin. Conviene recordarlos para sonrojo de tanto burócrata de panza llena, torpes, ciegos y cobardes entonces y ahora escondidos tras declaraciones tan ampulosas como inútiles para toda una generación de ucranianos que se fajaron hace siete años para nada. Hoy, los héroes del Maidán intentan poner a salvo a sus hijos al otro lado de la frontera. Suturar las heridas del alma a medio hacer de esos críos es un reto casi imposible, necesario pero titánico porque los ojos asustados y apagados de un niño es la peor de nuestras vergüenzas, el pecado mortal que ningún dios puede absolver. El reto de Europa, descartada la respuesta militar por mor del nubarrón nuclear, es que los hijos e hijas de Ucrania sean tan europeos como nosotros allí donde encuentren refugio. Crecerán huérfanos de patria, que no lo hagan jamás sin hogar. Para cuando puedan volver a ser niños.