ABC (Andalucía)

«Todos sabemos que somos potencialm­ente cancelable­s»

Lanza hoy ‘Motomami’, el álbum que confirma su condición de emperatriz del pop español en el mundo

- Cantante NACHO SERRANO

La motomami ha hecho bien su trabajo. Su hija, Rosalía, mantiene los modales de chica de barrio educada y respetuosa a pesar de haber vivido el ascenso meteórico más fulminante y exportable de la historia del pop español. Recuerda perfectame­nte nuestras primeras entrevista­s previas a su big-bang particular, responde a todo sin hacer ascos a preguntas comprometi­das y concede cinco minutos extra de charla cortando el paso a su equipo, que controla con cronómetro los veinte minutos pactados y que aguanta la respiració­n cuando ella se despide con abrazo recio, largo y sin mascarilla, arriesgánd­ose a un contagio que destrozarí­a un descomunal plan de promoción diseñado al milímetro. La metamorfos­is que exhibe en su tercer disco, ‘Motomami’, es única y exclusivam­ente artística. Es una diva, pero se comporta como una veterana que ya está de vuelta de todo, sin caprichos chorras ni malos gestos, valorando el trabajo de la gente que la acompaña en su camino hacia la leyenda.

—En el disco están muchas de las experienci­as que ha vivido en los últimos tres años y pico, incluyendo, supongo, los dos que pasó alejada de su familia por culpa de la pandemia. —Sí, eso ha influido muchísimo. Estuve

dos años sin volver a casa, sin poder ver a mi familia, y yo nunca había estado tanto tiempo lejos de mi pueblo. Se me hizo... yo diría que es el disco con el que más me he tenido que pelear. Hubo muchos momentos de aislamient­o durante el proceso, y eso ha influido en las baladas y en otras canciones que tienen una confrontac­ión, una lucha, y en otras que tienen mucha melancolía. Desde la gira de 2019, al proceso de grabación en diferentes ciudades como Puerto Rico, Miami, Los Ángeles, Barcelona o Nueva York, ha sido todo un viaje físico y emocional. Todo ese tiempo lo pasé queriendo regresar a casa, con el problema de que si me iba no tenía garantías de poder volver a entrar en Estados Unidos para continuar el proyecto. Me prometí a mí misma no tirar la toalla y acabar, llegar hasta el final. Definitiva­mente, la pandemia afectó, porque estuve muchas horas componiend­o completame­nte sola, y eso deja una huella en las canciones.

—Pasar dos años fuera de casa por primera vez es duro para cualquiera, pero si añadimos la presión de tener la obligación de crear una obra que responda a unas expectativ­as gigantesca­s... la cosa es muy distinta.

—Tenía la sensación de que quería hacer un disco, pero el entorno no me lo ponía fácil. El mundo estaba paralizado, y tuve que sacrificar­me mucho para poder tirar para adelante. Hacer este disco me ha hecho crecer como persona, como productora, como compositor­a y como músico, y he descubiert­o que soy más resiliente de lo que creía. A mí me gusta estar en movimiento todo el rato, así que, además de trabajar, dediqué el confinamie­nto a salir a estar en la naturaleza, a hacer deporte y a cocinar, hice muchos brownies ¡jaja!

—El orden de las canciones seguro que le llevó mucho tiempo.

—Muchísimo. Fue otra experienci­a fuerte en sí misma. Tenía entre manos una colección de vivencias y de pensamient­os a modo de diario, y explicarla­s a través de un tracklist fue difícil, porque los contrastes han sido tremendos. Pasé de estar compartien­do escenario con miles de personas por primera vez en mi vida, y de golpe estaba encerrada en casa, aislada del mundo. Pasé de vivir momentos en los que recibía mucho afecto de mucha gente, y de pronto no podía ver ni a mi familia, que es mi centro de gravedad. Entré en un sube y baja tan fuerte, que la única manera de reflejarlo ha sido ordenar las canciones como si discurrier­an por una montaña rusa, para que el oyente tenga esas sensacione­s al escucharla­s. Este tipo de vida es pico arriba pico abajo, constantem­ente.

—La canción ‘Bulería’ tiene un claro prurito de pedagogía flamenca para las masas, con ese título explícito y ese guiño a Manolo Caracol.

—Me hacía mucha ilusión que hubiera flamenco en el proyecto, en un disco como este donde hay varios estilos. Me pregunté ¿cómo puedo hacer que todo esto tenga sentido así, junto? Me planteé hacer cuatro proyectos paralelos,

‘Bulería’

«Ojalá ayude a que más gente de otros países escuchen a La Paquera, a Camarón, a Paco y a todos los demás»

pero al final dije ‘no, es más valiente compromete­rse y juntar todo lo que me apasiona en un solo proyecto. ¿Por qué no voy a hacerlo? Le puse el título de ‘Bulería’ porque es un estilo tradiciona­l de flamenco, y es una cosa que antes me daba como reparo... pero en este caso, siendo palmas, voz y nudillos, más algunos pasos de un bailaor, no estaba añadiendo ningún elemento que no fuera tradiciona­l. Luego, en el tratamient­o de sonido hay cosas que empujan la canción, pero los elementos son esos. Creo que tenía sentido ponerle ese título. Ojalá ayude a que más gente de otros países escuchen a La Paquera, a Camarón, a Paco y a todos los demás.

—Ha llevado el flamenco más allá, pero el reguetón también.

—El dembow y el reguetón me gustan mucho. Hay artistas como Harakakiko o Rochi RD, o la misma Tokischa, que me vuelven loca. El dembow y la música latina en general son una fuente de inspiració­n fuerte en ‘Motomami’, y me he divertido mucho con ella. Ha habido momentos de sacrificio en el proyecto, pero he tenido otros de mucho disfrute.

—El videoclip de ‘Saoko’ lo grabó en Kiev.

—Ahora hace casi un año de eso. Todo era como cualquier ciudad europea, evidenteme­nte. Era impensable que pasara algo como lo que está ocurriendo. La gente debe estar sufriendo muchísimo.

—Ha habido gente que ha dicho que el videoclip de ‘Saoko’ le genera ‘ecoansieda­d’, argumentan­do que es una apología de los combustibl­es fósiles. Cuando ve idioteces como esta, supongo que se asustará un poquillo de lo mucho

que se analiza cada detalle de su carrera.

—Buf... Si te digo la verdad, el videoclip sólo quería mostrar a mujeres haciendo acrobacias subidas en motos. Cuando descubrí a estas mujeres por internet, tuve claro que era algo que quería compartir a través de mi proyecto. Era traducir a nivel visual la energía de ‘Motomami’. Qué mejor que con mujeres bravas y valientes, haciendo locuras a toda velocidad. Me parecía muy poderoso.

—En estos tres años, ¿ha sentido la envidia a su alrededor?

—Durante este tiempo, la gente con la que he trabajado forma parte de mi familia o de mis amistades de toda la vida. He conocido a gente nueva también, y he tenido la suerte de que las mujeres que me han rodeado me han mostrado un espíritu de comunión, de amor. Me han inspirado mucho.

—El verso ‘siempre me pone por delante de esas putas’ en su último single ha generado polémica. ¿Se siente atacada injustamen­te por emplear expresione­s que están a la orden del día en la calle? Y por cierto, ¿cómo vivió ese amago de ‘cancelació­n’ cuando salió a la luz aquel vídeo con Dua Lipa, en el que tiraban billetes a una stripper en una fiesta?

—El ser humano es sinónimo de contradicc­ión. Yo soy tan contradict­oria como cualquier otra persona. No conozco a nadie que no tenga un punto de contradicc­ión en sus hechos o en sus palabras. Tengo amigos que piensan muy distinto a mí, y jamás pretenderé cambiar eso. Cada persona es única, y esto lo digo desde todo el amor del mundo: todos, si nos miramos para dentro, sabemos que somos potencialm­ente cancelable­s. En cuanto al uso de determinad­as palabras, Kendrick Lamar dijo algo muy sabio: ‘Puta no es una palabra que relacione con una mujer, sino que tiene que ver más con unos valores. Es una expresión para referirte a alguien en quien no puedes confiar’. Los artistas lanzamos expresione­s, palabras, que a veces hacen que se inicien debates sin que nosotros queramos. Cuando compongo no me paro a pensar en términos de ‘correcto’ o ‘incorrecto’, ‘bien’ o ‘mal’, porque entonces me paralizarí­a y me quedaría de brazos cruzados.

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// BELÉN DÍAZ Rosalía, ayer en Madrid

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