Directivo todoterreno
El prestigio que se ha labrado en más de tres décadas de trayectoria en la gestión de las finanzas públicas Juan Antonio Gisbert ha quedado patente en el reconocimiento unánime a su figura. Más allá de ideologías, porque a pesar de su perfil político inequívoco, ligado al socialismo, dirigentes del resto de partidos han aplaudido sin dudar su saber hacer y el alcalde popular de Alicante, Luis Barcala, se ha apresurado a reservarle el nombre de una calle en su memoria. En el puerto, además, su último proyecto personal, que no ha abandonado hasta el viernes pasado, cuando dejó el cargo de presidente consciente de que el cáncer le había ganado la única batalla perdida en toda su vida, tras diez años de enfermedad.
Presidir la Autoridad Portuaria le ha permitido dejar un legado visible para sus paisanos, porque ha diseñado esa parte más vistosa de la ciudad con hasta una isla artificial con restaurante, que seguramente visitarán miles de turistas de toda España y otros países en el futuro. Aunque lo suyo eran los números y primero se encargó de sanear las cuentas del organismo. Como también había hecho antes en Ruralcaja entre 2008 y 2012. Porque para este economista nacido en Alcoy en 1952, las finanzas han sido su entorno natural. Arrancó su carrera como secretario general en la extinta Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) en 1984 y al año siguiente dio el salto a la política como director general de Economía de la Generalitat Valenciana y luego también de Política Financiera. Volvió a la CAM y pasó los años 90 al frente de la entidad, como director general mucho antes de que sus sucesores la abocaran a la quiebra y su absorción por el Banco Sabadell. De hecho, su resistencia a embarcar a la entidad de ahorro en operaciones crediticias de riesgo y su pulso al a la sazón presidente de la Generalitat Eduardo Zaplana desembocó en un despido con indemnización millonaria pactada.
Aquellas pugnas y tensiones hoy han quedado como una curiosidad del paleozoico del sector bancario, cuando todavía las cajas de ahorro copaban una cuota de mercado significativa en España y, en el caso de Gisbert, desde el entorno político buscaban una fusión de la CAM con Bancaja, que el directivo alicantino consiguió frenar, aunque al final le costó el puesto.
Tras este auténtico combate entre la política y la economía, ejerció como profesor en la Universidad de Alicante, y entre 2004 y 2008, regresó a un puesto de responsabilidad en el ámbito económico, como director general de Inversiones y Financiación en el Instituto de Crédito Oficial (ICO). En definitiva, un directivo solicitado para llevar las riendas de entidades financieras, en el sector público aunque con fundamentos de la gestión privada, de empresa, que ya despuntaba desde que era estudiante, como prueban su premio extraordinario de Licenciatura en Ciencias Económicas y Empresariales y la calificación de ‘sobresaliente’ en su Diploma de Suficiencia Investigadora.