ABC (Andalucía)

Sahara, ¿a cambio de qué?

España no es una autocracia, a pesar de las maneras de Sánchez

- JUAN FERNÁNDEZM­IRANDA

La propaganda monclovita se esfuerza ahora por intoxicar con los grandes beneficios para España del abrupto volantazo en nuestra política exterior sobre el Sahara. Todo tipo de futuribles que exigen actos de fe por parte del ciudadano atónito ante una decisión que revienta la posición mantenida por España durante 46 años. Al que tiene una preocupaci­ón geopolític­a, se le responde que, a cambio del control del Sahara, Marruecos se ha comprometi­do a respetar Ceuta, Melilla y Canarias, pero ese compromiso no está en ningún documento oficial y Marruecos no ha dicho nada al respecto. Además, sólo el hecho de incorporar las islas y las ciudades autónomas a la ecuación, aunque sea para garantizar que seguirán siendo españolas, es un nuevo triunfo para Marruecos. ¿Mantendrán ese supuesto compromiso verbal dentro de, pongamos, 20 años?

Al que tiene una inquietud económica se le dice que España tendrá un papel clave en la llegada a Europa del gas del norte de África, pero no se dice cuál y resulta que Argelia ha llamado a consultas a su embajador. Nadie les llamó.

Y al que tiene una mirada social le cuentan que los saharauis son los grandes beneficiad­os, pero resulta que el líder del Frente Polisario acusa a Sánchez de «traición». No debemos olvidar que Brahim Gali está en el origen de la crisis diplomátic­a con Marruecos porque el Gobierno lo metió ilegalment­e en España para satisfacer a Argelia y porque Francia se ocupó de que se hiciese público.

El Gobierno nos pide un acto de fe, pero no dice qué ha pactado, ni el por qué del volantazo. La noticia no la dio España, sino Marruecos. Sánchez no informó a Unidas Podemos, ni al primer partido de la oposición, ni siquiera a Argelia. Por supuesto, Sánchez no ha acudido al Parlamento ni ha comparecid­o ante la prensa.

La pregunta fundamenta­l sigue en el aire: ¿a cambio de qué se produce esta renuncia histórica a participar en el futuro de una antigua provincia española desprecian­do a todos los actores nacionales, buena parte de los internacio­nales y a la ONU? España no es una autocracia, a pesar de las maneras del presidente y de su obsesión por Franco. Urgen explicacio­nes, y no sólo de Albares, ante tanta oscuridad.

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