ABC (Andalucía)

Fosfatina en el Sahara

A buenas horas descubre Iglesias que Sánchez es un embustero «del que es imprudente fiarse». Descubrien­do un Pinocho a los cuarenta y tantos

- Pablo Iglesias Exvicepres­idente del Gobierno y exlíder de Podemos

La locuacidad de Iglesias es directamen­te proporcion­al al tiempo libre que le deja su temprana prejubilac­ión política, que si bien es una bendición para España trae un incremento exponencia­l, ahí está lo malo, de sus deposicion­es orales sobre esto, aquello y lo de más allá (solo le falta entrar en lo de los ovnis), lo que le convierte en un auténtico tostón habida cuenta de la multiplica­ción, a tanto la pieza, de sus colaboraci­ones en los medios. No ha tardado en arremeter contra el giro unilateral de Sánchez en el Sahara, que quizá por ser tierra rica en fosfatos ha hecho fosfatina la postura que España lleva teniendo desde hace cuatro décadas respecto a su antigua colonia. Concluye Iglesias que «es una imprudenci­a fiarse de Sánchez», aquel que en principio descartó meterlo en La Moncloa, o al menos eso dijo en la tele, porque no se fiaba del podemita y no iba a poder pegar ojo. Ahora descubre el ilustre vecino de Galapagar el apasionado idilio que Sánchez mantiene con la mentira, el embuste, el engaño, la trápala, el embeleco o el bulo, todo a la vez y en todo momento, una auténtica encicloped­ia de la trola donde descuellan ‘hits’ del tamaño de aquel «con Bildu no vamos a pactar. Si quiere se lo repito cinco veces o veinte. Con Bildu, se lo repito, no vamos a pactar». No ni ná... Hacerse ahora el sorprendid­o con la extraordin­aria mendacidad de Sánchez es un ejercicio de cinismo y un desahogo impropio de quien se tiene a sí mismo por un tipo perspicaz a quien no es fácil que se la den con queso, de tan astuto e intuitivo que es. Lo del chiste al ver la colilla: «Aquí han fumado». Mientras, en defensa de su cartera, moqueta y sueldo, Díaz, Belarra, Montero y Garzón tragan con la ‘traición’ al pueblo saharaui del sanchismo (del que no se apean), el ilustre prejubilad­o se conforma con pontificar en las radios cual jubilado que, a la voz de ‘zuri, zuri, zuri’, echa pan a las palomas para entretener su prematura cesantía.

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