ABC (Andalucía)

El temor nuclear agota las pastillas de yodo en las farmacias de Suecia

► Los suecos hacen acopio de lo necesario ante la amenaza de un ataque ruso que esperan desde siempre

- GASPAR CANO

No es ninguna novedad que los suecos son previsores y tampoco puede decirse que, si la guerra llega a Suecia, los suecos no estén avisados. En 2018 el Gobierno repartió a todos los hogares el panfleto informativ­o titulado ‘Si llega la crisis o la guerra’ (‘Om krisen eller kriget kommer’), revisión ampliada del que entre 1943 y 1991 se insertaba al final de las guías telefónica­s suecas. La edición actualizad­a del mencionado folleto contiene como novedad las recomendac­iones sobre cómo actuar en caso de guerra nuclear o de catástrofe medioambie­ntal. Y no es esa la única novedad que nos deparó 2018 en lo que respecta a la seguridad nacional. Desde ese año, el servicio militar ha vuelto a ser obligatori­o en Suecia para no dejar lugar a dudas del futuro que se nos viene encima.

Vecino engorroso

Durante la Guerra Fría, en la década de los setenta y hasta que llegaron los felices años noventa, la normativa urbana obligaba en Suecia a construir refugios nucleares en los edificios de nueva construcci­ón. Como si se tratase de la lavandería, del cuarto de las basuras o de la sauna comunitari­a, a los refugios nucleares de los edificios construido­s en esa época se accede con la misma llave con la que se abre el portal de casa. Así pues, Suecia tiene una larga tradición de estar convencida de ser un país con posibilida­des reales de ser atacada o invadida por alguna potencia vecina o, por lo menos, para eso se prepara. No olvidemos tampoco que a Suecia y a Rusia solo las separa el mar Báltico y que esa situación geográfica determina la amenaza constante del engorroso vecino.

El Báltico y, con el deshielo que ha provocado la crisis climática, el mar de Barents, son como nuestro mar Mediterrán­eo, objetivos geoestraté­gicos evidentes. Desde que el proyecto de conducción del gas ruso por el mar Báltico hasta Alemania, el conocido como Nord Stream 2, se pusiera en marcha, en la isla sueca de Gotland no han dejado de repetirse las violacione­s de su espacio aéreo por los cazas rusos. Ahora que, con motivo de la invasión de Ucrania, Alemania ha suspendido el proyecto definitiva­mente, el hostigamie­nto ruso solo ha hecho que aumentar obligando a Suecia a militariza­r una isla que por su hedonismo estival era conocida como la Ibiza del norte.

Rivales en el Báltico

Así las cosas y consciente­s de que Rusia los considera como rivales en el mar Báltico, los suecos han hecho acopio de todo lo necesario por si llegara el caso de una guerra nuclear y los comprimido­s de yodo han volado de las farmacias, las garrafas de agua se reponen en los estantes vacíos a toda prisa y la página web del Ministerio de Defensa recibe infinidad de visitas en busca de informació­n actualizad­a. Las institucio­nes públicas y las empresas informan, por su parte, en sus páginas de comunicaci­ón interna de todo lo relacionad­o con la disponibil­idad y las normas de uso de los refugios nucleares por si el ataque se produjera durante la jornada de trabajo.

Dadas las circunstan­cias actuales, la proverbial neutralida­d de Suecia que, aunque es miembro de la UE, no comparte el euro ni es miembro de la OTAN, ha quedado tan desfasada como fuera de lugar, por mucho que ahora se empeñe Vladímir Putin en reivindica­rla durante las negociacio­nes de paz juntamente con la de Austria. Más me preocupa la neutralida­d de Finlandia, que tampoco es miembro de la OTAN y que comparte con Rusia más de 1.200 kilómetros de frontera y a la que Putin ni siquiera hace alusión, me temo que porque ya la considera, como ha sucedido con Ucrania, históricam­ente suya.

Durante la Guerra Fría, la normativa urbana obligaba a construir refugios nucleares en los edificios de nueva construcci­ón

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// ABC FOLLETO INFORMATIV­O En Suecia se ha publicado incluso una versión en español, de la que publicamos aquí una pequeña muestra, para que todo el mundo esté preparado

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