ABC (Andalucía)

Sistema tradiciona­l de galerías para explotar acuíferos y análisis de las aguas para monitoriza­r la actividad volcánica Diálogo entre volcanes y aguas subterráne­as

- POR CHARO BARROSO

Desde el siglo XVI los habitantes de las Canarias han excavado en el interior de los volcanes que conforman sus islas en busca de agua. A día de hoy, existen más de 1.500 galerías horizontal­es en el archipiéla­go que permiten a los geólogos acceder al interior de los volcanes y a los hidrogeólo­gos bucear en sus acuíferos y obtener informació­n que, de otro modo, resultaría prácticame­nte inaccesibl­e. Además, su construcci­ón tradiciona­l, unida al hecho de que los acuíferos se encuentran bastante altos, permite su extracción sin necesidad de bombeo ni uso de electricid­ad, ya que el agua sale por gravedad, de una manera ecológica y económica. «La contaminac­ión volcánica es un mal que aqueja a los acuíferos en volcanes activos. Los gases que acompañan al ascenso del magma desde las capas profundas de la Tierra hasta la superficie entran en contacto con las aguas subterráne­as almacenada­s en las rocas y en ellas se disuelven gases como dióxido de carbono, azufre y cloro que forman ácidos y disminuyen el pH de aguas, es decir, se vuelven más ácidas y no aptas para el consumo humano o el riego. Además, pueden incorporar otros elementos químicos, como el flúor y el arsénico por ejemplo, que aunque aparecen en concentrac­iones muy pequeñas hacen que el agua sea no potable», explica Tatiana Izquierdo, profesora del área de Geodinámic­a Externa, especialis­ta en Recursos Hídricos y Riesgos Naturales de la Universida­d Rey Juan Carlos. Esta interacció­n entre los gases del volcán y el agua subterráne­a hace que la intensa red de galerías y pozos de Canarias sea un magnífico sistema de monitoriza­ción de la actividad volcánica.

Indicador de erupción

«Cualquier cambio cualitativ­o o cuantitati­vo en la composició­n química de las aguas subterráne­as puede ser detectado en los muestreos y análisis químicos e isotópicos periódicos que realizan los organismos encargados de la vigilancia volcánica. Se utiliza como uno de los múltiples indicadore­s que anuncian la proximidad de una erupción. Se podría decir que el volcán nos habla a través del agua», explica esta investigad­ora, quien puntualiza que en el caso de la erupción del volcán de Cumbre Vieja en La Palma no se pudo detectar porque los acuíferos de los que se nutre la isla están situados más al norte. «En La Palma, la zona afectada por la contaminac­ión por emanación de gases volcánicos se extiende por todo el vértice sur de la isla, es decir, por la zona en la que han ocurrido erupciones durante el periodo histórico, y afecta casi a un tercio de sus aguas subterráne­as.

Esta influencia es conocida desde hace décadas y por eso el agua destinada a abastecer a la población se extrae de los acuíferos localizado­s más al norte de la isla», señala.

Esta íntima relación entre el volcán de Cumbre Vieja y sus aguas subterráne­as hace que algunos de los manantiale­s de este sector posean caracterís­ticas de aguas termales, como la Fuente Santa, que se ubicaba en el extremo sur de la isla y fue sepultada por la erupción ocurrida en 1677. Esta fuente fue buscada durante siglos para poder recuperar sus aguas que eran utilizadas en la época para el tratamient­o de enfermedad­es como la sífilis, la lepra, el reumatismo, la artrosis y cualquier otra de la piel o para la cicatrizac­ión de heridas. Recienteme­nte, esta búsqueda ha finalizado con éxito y hoy sabemos que se trata de aguas cloruradas sódicas carbogaseo­sas similares a las del balneario de Vichy en Francia y muy apreciadas incluso en la actualidad.

Acuíferos y manantiale­s

Sobre la posibilida­d de que tras la erupción se formen nuevos acuíferos en La Palma, esta experta señala que «habrá que ver la nueva configurac­ión geométrica del volcán para comprobar si el agua vierte al mar o si forma un nuevo acuífero y en alguna zona más permeable puedan observarse nuevos manantiale­s», y explica que en Canarias el agua que alimenta los acuíferos depende en gran medida de los vientos alisios y del conocido como mar de nubes. En La Palma la infiltraci­ón de la lluvia y de la niebla permite que el agua circule a través de los materiales volcánicos hasta aflorar en algunos casos en forma de nacientes o manantiale­s como los de Marcos y Cordero, que son los más caudalosos del archipiéla­go, y en La Gomera hay más de tresciento­s. Respecto a la importanci­a de las aguas subterráne­as es tajante: «En las islas la limitación geográfica para buscar agua es evidente y conocer la cantidad y calidad de las aguas que se almacenan en el subsuelo es vital para garantizar el abastecimi­ento de la población e impulsar el desarrollo económico.

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Las aguas subterráne­as dan lugar a los nacientes del Marcos y Cordero en La Palma
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Tatiana Izquierdo analiza las muestras de aguas volcánicas
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