Ya hay equipo, falta club
Tras las victorias de autoridad en Europa y en el Bernabéu, y el brillante juego desplegado por el equipo, el proyecto deportivo del Barcelona, liderado por Xavi Hernández, ha dejado de generar dudas. Otra cosa es la viabilidad del club, sus agobiantes deudas y el núcleo duro del presidente de la entidad, Jan Laporta.
La primera inquietud es la económica. El club calcula que puede dejar de recaudar hasta 100 de los 765 millones de euros inicialmente previstos en el presupuesto de ingresos para esta temporada. Para equilibrar este pinchazo sin acumular más deuda, el Barça se verá obligado a vender. La directiva ha ‘señalado’ a Araujo, cuyo posible traspaso está en todas las tertulias futbolísticas –y en una prensa deportiva como la catalana las casualidades no existen–, al entender Laporta y el director de fútbol del club, Mateu Alemany, que dentro de los jugadores que despiertan interés en el mercado, es el más prescindible. No es por desprecio al uruguayo. Seguro que Laporta haría cualquier cosa por retenerlo. Pero es imperiosa la necesidad.
Otra medida de esta cruda realidad financiera es que, pese a su renacimiento, el Barça ya no está en condiciones de retener a Dembélé. No son asumibles las penalizaciones que el club tendría que pagar para que los representantes del jugador dieran marcha atrás. Aunque de todos modos también es cierto que resulta complicado calcular si el pacto al que ha llegado Xavi –gran gestión emocional– con el delantero francés, para sacarse mutuo provecho hasta final de temporada, sería sostenible en un periodo de tiempo más largo.
De fondo, lo que verdaderamente está en cuestión es el modelo de club y su propiedad. A pesar de los notables progresos deportivos de Xavi, el equipo está todavía compitiendo con segundones, con la excepción del Real Madrid. Cuando regrese a la Champions tendrá que vérselas con equipos que tienen a magnates por dueños o que cotizan en bolsa y cuentan con una estructura profesional y un poder económico de los que carece por completo el Barcelona. Cuando hace unos días Laporta dijo que «el Barça se tiene que gestionar como una empresa familiar», se refería al modo que tuvo de ejercer su primera presidencia, en la que tantos éxitos deportivos obtuvo. Desde entonces el mundo del fútbol ha cambiado mucho pero Jan sigue llevando el club con sus amigos, sin una estructura ejecutiva creíble, sobre todo tras la marcha del CEO, Ferran Reverter, y la caída en la irrelevancia, del vicepresidente económico, Eduard Romeu una vez cancelada la obligatoriedad de los avales.
De un modo más delicado o más burdo, más obvio o más encubierto, la única solución económica y financiera para el Barça es la total o parcial privatización, y cuanto más familiar se empeñe en hacerlo Laporta, más cerca estará del colapso y de la corrupción. Ya no estamos en 2003, y hay gente que hoy está en la cárcel por mucho menos de la mitad de lo que hacían los presidentes y directivos de los clubes de fútbol de hace veinte años.