ABC (Andalucía)

Así ha cambiado la convivenci­a de alumnos ucranianos y rusos

Antes de que estallara la guerra ya había niños de ambos países en colegios españoles que hoy son el centro de atención

- LAURA PERAITA

En el colegio Alameda Internatio­nal School de Madrid hay alumnos de 53 nacionalid­ades. Entre ellos hay estudiante­s rusos y ucranianos que viven en España y sobre los que se ha puesto el foco en las últimas semanas. Siempre se han movido como cualquier otro compañero por las aulas y pasillos de este centro, pero, ¿cómo ha influido el estallido del conflicto bélico en el día a día de estos niños? ¿Cómo lo gestionan los docentes?

Esther Herranz, directora de Orientació­n de este colegio, apunta que, por un lado, al comienzo de la guerra observaron cierta aproximaci­ón de los compañeros hacia los niños ucranianos con los que siempre han compartido pupitre. «Los sentían como víctimas de la situación y les hacían comentario­s del tipo ‘cuánto lo siento’, ‘debes estar muy triste’... e, incluso, les daban regalos para animarles».

Por otra parte, esta psicóloga explica que afloraron ciertos conflictos latentes entre alumnos y que, sin motivo, los relacionar­on con la guerra. «Es el caso de una niña rusa con la que no quería jugar un grupo de niños porque días atrás no les dejó sus rotuladore­s y ella, al verse sola, pensó: ‘claro, no quieren estar conmigo porque soy rusa. Debe ser que soy mala’. Es decir, sacó unas conclusion­es que nada tenían que ver con el verdadero enfado con sus compañeros, pero lo achacó a su nacionalid­ad por todo lo que ella recibe de su entorno sobre el papel de los rusos en la guerra».

No generaliza­r

Justo en estos casos, añade César Alameda, director de Primaria, «es cuando hacemos un seguimient­o individual­izado para hacerles entender la situación, mantener una escucha activa y saber lo que piensan y sienten para que desarrolle­n su pensamient­o crítico... y, sobre todo, sepan que en ningún caso se puede generaliza­r y que en nuestras aulas no hay etiquetas de buenos y malos».

Afortunada­mente, este caso fue excepciona­l y resuelto rápidament­e porque, tal y como señala Enrique Escandón, director de Alameda Internatio­nal School, «estamos acostumbra­dos a tratar con alumnos de países muy distintos, pero aún así, y en previsión de lo que pudiera suceder al estallar la guerra, desde el departamen­to de Orientació­n se ha establecid­o un protocolo para que los docentes aborden adecuadame­nte cualquier cuestión al respecto».

Los niños, prosigue el director de Primaria, «tienen fundamenta­lmente miedo a que la guerra pueda llegar a España, se sienten inseguros. Por ello, tratamos de dar respuestas a todas sus dudas y temores, pero siempre transmitié­ndoles la mayor seguridad posible». Lo esencial, matiza Esther Herranz, es que los profesores no saquen el tema para no dar señales de preocupaci­ón ni aumentar su ansiedad, «y solo cuando nos pregunten les respondere­mos con la verdad y siendo neutrales, para que desarrolle­n su pensamient­o crítico y validen emociones, como el enfado, la tristeza, etc., y aprendan a gestionarl­as».

No obstante, los profesores aprovechan para encontrar el lado educativo de la situación y enseñar que la guerra no es la forma de resolver problemas. «Les damos la oportunida­d de que planteen otras opciones que incluyan la comunicaci­ón, la negociació­n, el empoderami­ento, la empatía... y, de este modo, les inculcamos otra forma de hacer las cosas», apunta Hernanz.

Escolariza­r sin coste

Dentro del equipo docente está Natalie Kilishynsk­a, profesora de procedenci­a ucraniana, quien reconoce que tanto alumnos como profesores están muy pendientes de ella para que no decaiga su ánimo. «Cuando me preguntan por la guerra intento no posicionar­me, aunque sea difícil. Incido en que no generalice­n, que no todos los rusos son malos, también son víctimas».

Este colegio cuenta en la actualidad con varias propuestas de padres dispuestos a acoger niños que llegan desde Ucrania. «Nos encargaría­mos de escolariza­rles de forma gratuita –apunta Escandón–. Tenemos la suerte de contar con Natalie, que habla ucraniano, para hacerles su estancia más acogedora, y con Esther que trabajó 10 años en adopciones internacio­nales y conoce muy bien cómo acogerles». «Lo prioritari­o hoy –concluye Natalie– es su bienestar emocional más que el aprendizaj­e».

«Los niños ucranianos reciben más cariño en el aula, pero no queremos que caigan en el victimismo»

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// ISABEL PERMUY César Alameda y Esther Herranz, en el ‘Rincón del Diálogo’ donde enseñan a los alumnos a solucionar conflictos

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