Prontuario de excusas
Plan de Respuesta al Impacto de la Guerra. Sanchismo puro, retórica exculpatoria. El nombre antes que la cosa
HACE ocho meses que Iván Redondo fue expulsado de La Moncloa pero su fantasma debe de seguir incrustado en la nómina. Porque la economía está colapsando, y el país entero con ella, y el Gobierno sólo reacciona con argumentarios propagandísticos de finalidad exculpatoria. Lo primero que ha hecho es buscar una etiqueta campanuda para las medidas que no toma a la espera de que los socios europeos le socorran. Ese Plan Nacional de Respuesta al Impacto de la Guerra –así, con mayúsculas retóricas– lleva la impronta del antiguo asesor: el nombre antes que la cosa. Lo primero es bautizar el aún inexistente decreto con un sesgo evasivo que desplaza la responsabilidad del problema al conflicto de Ucrania desde el mismo título. Y luego ya si eso se ocupará alguien del contenido. El laboratorio publicitario oficial sigue instalado en el ‘redondismo’: cuestión de estilo. Que no vaya nadie a pensar que la inflación tiene algún remoto vínculo con la inoperancia del Ejecutivo. Las cosas importantes hay que dejarlas claras desde el principio.
Luego vendrá el segundo capítulo del manual, ya puesto en práctica durante los estados de emergencia, que prescribe la queja sobre la falta de apoyo de la derecha. Lo de no arrimar el hombro y demás metáforas costaleras tan recurrentes en los momentos más crudos de la pandemia. Ha habido una intentona previa con la acusación de instigar a los transportistas en huelga pero no ha acabado de funcionar porque iba a contramano de las evidencias y se notaba demasiado la brocha gruesa. Más difícil todavía puede resultar la justificación de un eventual fracaso si la UE se niega –hoy lo sabremos– a desligar la repercusión del gas en la factura eléctrica. Habría que buscar un malo y no puede ser Bruselas porque aún está pendiente la entrega de gran parte de los fondos contra la pandemia. Lo encontrarán de cualquier manera, y si no siempre queda Putin, el villano perfecto, como coartada genérica. Todo el mundo sabe que los precios no se habían disparado hasta que los rusos cruzaron la frontera. Y quién lo iba a imaginar si sólo llevaban varios meses de maniobras prebélicas.
Al igual que con el Covid, es inevitable pensar qué sucedería si todo el esfuerzo que dedica el sanchismo a excusarse en factores ajenos lo invirtiese en buscar remedios eficaces a cada contratiempo concreto. No es que haya en el Consejo de Ministros mucha masa crítica de talento –y la que hay casi nunca impone su criterio– pero en el aparato del Estado sí trabajan servidores públicos con suficiente experiencia y conocimiento técnico para estudiar soluciones con alguna posibilidad de éxito. Claro que igual se les ocurre proponer una bajada de impuestos, y hasta ahí podía llegar un ‘Gobierno de progreso’. Los prejuicios ideológicos han de quedar a salvo en todo momento. Es mucho mejor apelar a ficticios comités de expertos.