Una lucha medieval de cerco de ciudades
No pocos vaticinaban que, en diez días, se extinguirían las hostilidades. Y así podría haber sucedido si no hubiera sido por la rápida reacción occidental
La idea de Putin LA GUERRA NO EMPIEZA CUANDO ACABA LA POLÍTICA, SINO QUE ES UNA EXTENSIÓN DE ELLA
La invasión rusa de Ucrania fue una sorpresa relativa. A pesar de la enorme concentración de fuerzas «de maniobras» cerca de las fronteras con Ucrania, ni en los medios, ni en la UE, ni tan siquiera en Ucrania se esperaba erróneamente que tal posibilidad se concretase rápidamente.
El plan de campaña fue muy sencillo. En síntesis, obtener la previa superioridad aérea para, seguidamente, romper por tres direcciones generales para apoderarse de Kiev (objetivo estratégico) y dominar la línea (objetivo operacional) Járkov–Codo del Dniéper (Dnipropetrovk, Zaporiyia)– Jersón. El plan asumiría que el Gobierno ucraniano quedaría atrapado (y tendría que rendirse y negociar), así como que se partiría en dos su ejército. La mayor parte de éste, desplegada en el este del país, quedaría así desconectada de su base logística de retaguardia. Buena parte de las fuerzas ucranianas y las milicias afines, renunciando a la libertad de acción, se replegaron sobre las grandes ciudades, planteando un combate urbano que, en principio, favorece al defensor. Con ello tratarían de frenar y desgastar a las fuerzas rusas así como ganar tiempo para despertar la previsible solidaridad internacional (sanciones, envíos de armamento, bombardeo mediático, reclutamiento de extranjeros, etcétera). El Estado Mayor General ruso que, erróneamente, habría asumido que sus fuerzas podrían ser recibidas como libertadoras en las zonas rusófilas, se comprometió con esa guerra «medieval» de cerco de ciudades, en vez de desbordarlas y continuar sus avances hacia objetivos posteriores.
El esfuerzo ruso desde Crimea sí progresó rápidamente. Se apoderó de Jersón y, desdoblándose, amenazó Odesa, alcanzó la central nuclear de Zaporiyia, y progresó por la franja litoral norte del mar de Azov. La pequeña bolsa de Mariúpol, todavía resistente, es ya solo una molesta chinita en la bota rusa.
Las cuatro formas clásicas de la acción terrestre: fuego, movimiento, choque y trabajo tienen distinta fortuna. En el norte del país, prevalece el fuego en el atacante, que prácticamente debe renunciar a la maniobra y, con ello, no puede desplegar toda su potencialidad.
Las fuerzas ucranianas actúan principalmente por el fuego y el trabajo. La maniobra –combinación de fuego y movimiento–, y el choque son más evidentes en el centro-sur del teatro, donde las fuerzas rusas al oeste del Dniéper combaten e intentan progresar por la dirección Jersón-Krivoi Rog para, posteriormente, amenazar Dnipropetrovk en combinación con las que progresan por el este del Río. Asimismo, se combate a caballo de
Donetsk a Járkov, en un intento de enlazar físicamente el Donbás con las fuerzas que asedian Járkov.
No pocos vaticinaban unas operaciones rusas muy rápidas y que, en diez días, se extinguirían las hostilidades. Y así podría haber sucedido si no hubiera sido por la rápida reacción occidental, que fortaleció la voluntad de vencer (la moral), y los medios de defensa de los cercados. Y, al prolongarse las operaciones, la logística tomó su inevitable protagonismo. Porque una campaña con tres esfuerzos principales (de nivel Ejércitos), operando distanciados por muchos cientos de kilómetros, donde intervienen tropas de diferente especialización, demanda colas logísticas alargadas, complejas y lentas que, per se, consumen mucho tiempo para desarrollar su función. Incluso yendo las cosas bien.
Erróneamente también, se comparan las potencias de los contendientes en base a los respectivos balances militares. Pero eso no funciona exactamente así. Porque, en este caso, toda la potencia ucraniana, más la que recibe del exterior se aplican íntegramente en el teatro. Y, sin embargo, la rusa, que es muy superior en el balance (eso sin tener en cuenta la nuclear), se reparte entre todas los espacios y cometidos permanentes de Rusia, no solo en su inmenso país, sino también en el resto del mundo. En definitiva, uno puede concluir que las fuerzas en presencia sobre el teatro ucraniano deben de tener un volumen similar en ambos bandos. O, incluso, serían favorables al ucraniano. Cosa distinta es el número de bocas de fuego y la calidad de los armamentos, que se decantan por el lado ruso. Por eso, los ucranianos eligieron, donde pudieron, combatir abrigados por el hormigón urbano y no en el campo de batalla abierto. Así que, difícilmente podría estar en la mente de Putin la atribuida intención de ocupar toda Ucrania.
En tal marco, tiene sentido que Putin busque una solución negociada mientras continúa atacando y bombardeando las posiciones ciudadanas. Porque, para él, la guerra no empieza cuando acaba la política, sino que es una extensión de ella (Clausewitz). Por eso ambos, combates y negociaciones, son perfectamente compatibles.