«PUTIN TIENE PRISA POR ACABAR, JUEGA CONTRA RELOJ»
El teniente general cree que la táctica rusa pasa por consolidar sus ganancias territoriales
Francisco José Gan Pampols (Figueras, 1958) dirigió durante cuatro años el Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (CIFAS) y ha participado en misiones internacionales en Bosnia-Herzegovina y Kosovo.
—¿Está logrando Rusia sus objetivos?
—No en su totalidad. Todavía no se ha completado el aislamiento del conjunto del litoral de Ucrania sobre el Mar Negro y hay ciudades, como Kiev, que no han conseguido cercarse completamente ni tampoco tomarse, como Járkov y Mariúpol. Lo que sí ha logrado Rusia es una degradación muy notable de la capacidad de las Fuerzas Armadas ucranianas. Aunque no del todo, porque siguen actuando, y con mucha efectividad. Se ha limitado la capacidad de Ucrania para autoabastecerse: se le ha privado de una central nuclear que le proporciona el 20% de la energía y, además, el gas y el petróleo ruso han dejado de fluir. Por no hablar del Donbass, una zona de inmensa riqueza que de facto se le ha segregado. Económicamente, Ucrania ha dejado de ser lo viable que era antes y militarmente está en una situación extraordinariamente compleja.
—¿Por qué a Putin no le ha funcionado la ‘guerra relámpago’?
—El Ejército de la Federación Rusa no esperaba una resistencia intensa y precisa. Eso les ha causado graves problemas: la autonomía para sostener esta guerra ha resultado escasa. No han podido suministrar todo lo que necesitaban y les está costando mucho trabajo reponer armamento y material. Rusia ha sufrido muchas bajas, por lo que ha tenido que movilizar unidades de otras regiones militares para poder proceder al relevo o refuerzo de efectivos que ahora mismo están en una situación comprometida.
—¿Cómo evolucionará la táctica de ambos bandos en los próximos días?
—A Ucrania no le queda más solución que resistir a toda costa, que es lo que ha decidido su presidente. Salvo en la parte sur y en la ciudad de Mariúpol, la actividad rusa ha bajado en intensidad. Alrededor de Kiev, las tropas de Putin están procediendo a fortificar el terreno, a organizar posiciones defensivas. En Járkov, Mariúpol y en las afueras de Kiev estamos viendo una intensificación de las acciones de bombardeo. Lo que parece es que la guerra va a degenerar, en el corto plazo, en una guerra de desgaste que provocará un gran impacto sobre la población civil.
—¿Cuál será el punto de inflexión en el conflicto?
—Rusia juega contra reloj. Las sanciones económicas a corto plazo no representaban una amenaza directa a las operaciones. Pero sí a medio y largo plazo. Putin tiene prisa, tiene que acabar esta guerra en un periodo relativamente corto de tiempo y hacerlo en una postura de fuerza. Esa postura podría pasar por consolidar unas ganancias territoriales relacionadas con el control de la costa del Mar Negro. Después tendría que iniciar con una especie de gesto de buena voluntad –un alto el fuego– y un proceso de negociación. Rusia no puede apostar por ocupar territorio, esto le sopondría desplazar una gran cantidad de efectivos sobre el terreno.
—¿Existe una remota posibilidad de victoria ucraniana?
—Si por victoria se entiende derrotar al Ejército de la Federación Rusa, no. Sería una posibilidad muy muy remota. Ojalá pudieramos creer todavía en David y Goliat, pero no es el caso. Putin dispone aún de un potencial destructivo extraordinario que no ha puesto en juego. Pero la población ucraniana ha logrado ya varias victorias. La guerra de la información y el relato son suyos, además del apoyo internacional.
—¿Qué peligro real hay de que Rusia utilice armamento nuclear?
—Si estamos pensando en armas nucleares fuera de Ucrania, ninguno. Putin sería consciente de iniciar una escalada mundial que no podría controlar. Si esta guerra –que es una guerra que el presidente Putin no puede perder– se alarga en el tiempo, podría tener la tentación de utilizar un arma nuclear táctica dentro del territorio ucraniano. Desde luego no sobre una población porque esto le supondría un descrédito internacional mucho mayor del que ya tiene. Pero a lo mejor sí sobre una zona no demasiado poblada o en la que solo haya unidades militares. Sería una muestra de poder bárbara y salvaje, pero una muestra de poder.
—¿Por qué intervino la OTAN durante la Guerra del Kosovo y ahora no lo hace?
—Esa fue la única vez que la OTAN ha actuado sin un mandato específico.
Bien es cierto que después de producirse esa acción ese mandato se produjo. Hubo una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y se apoyó la entrada en Kosovo y la protección. Cuando se actuó sobre Serbia se invocó un principio de Naciones Unidas que apelaba a la responsabilidad de proteger porque se había documentado una actitud genocida por parte del Gobierno de Slobodan Milosevic sobre la población de Kosovo. Todo esto es discutible, pertenece ya a la historia. Estamos hablando del año 1999, pero no puedo decir más. Hasta ahí sé.
—¿Preveía el Cifas que el conflicto estallase? ¿Pilló por sorpresa?
—Si anda como un pato, nada como un pato y grazna como un pato, debe ser un pato. Rusia empezó a rearmarse, modificó a un Ejército y lo hizo más ligero y operativo. Avisó repetidas veces de que había unas líneas rojas que no debían de cruzarse. No se entendieron o se desoyeron estos avisos y una hipótesis plausible fue cobrando cada vez más fuerza. Desde noviembre del año pasado hasta el 24 de febrero de 2022, se produjo una incorporación continua de fuerzas a una zona. El resultado solo podía ser este: un conflicto más o menos generalizado.