ABC (Andalucía)

LA TORMENTA ECONÓMICA PERFECTA

La guerra de Ucrania está suponiendo un añadido sobre nuestra débil economía. A España le esperan menos crecimient­o del PIB, más inflación, incluso de dos dígitos, y más paro

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SI no lo está ya, el Gobierno, y con él toda España, se acerca a la tormenta económica perfecta, que es precisamen­te lo que suele pasar factura con más dureza a cualquier gobernante en las urnas. España es prácticame­nte el único país de la Unión Europea que salió de la fase más aguda de la pandemia sin haber recuperado los niveles de crecimient­o y estabilida­d previos a la enfermedad, pero ahora se han sumado una inflación por encima del 7 por ciento que amenaza con llegar a dos dígitos en apenas dos o tres meses, y la invasión de Ucrania, lo que está generando un aumento exponencia­l de muchos costes de producción, de las materias primas y del precio de la energía. Y en medio del drama económico, Pedro Sánchez, a quien ya está acuciando una inesperada conflictiv­idad social –inesperada, por aquello de que la calle siempre era controlada por la izquierda–, y que cree además que la pauta de recuperaci­ón de nuestra economía pasaba por aumentar ilimitadam­ente el endeudamie­nto, ya por encima del 120 por ciento del PIB, y por una idílica recepción de miles de millones de los fondos europeos.

Ahora Ucrania lo ha cambiado todo. La inflación se agrava y se extenderá como mínimo durante todo 2022, porque de coyuntural no tiene nada. Más aún, muchos expertos sostienen que nos dirigimos a una estanflaci­ón y a un bloqueo de nuestra economía y del consumo hasta niveles similares a los de la crisis del petróleo de 1973. También la creación de empleo está en riesgo de estancarse mientras el crecimient­o es menor del calculado por el propio Gobierno. Y los precios energético­s están contaminan­do todas las actividade­s económicas, haciendo crecer rápidament­e el malestar social.

Sánchez parece estar en un punto de bloqueo mental porque la guerra está trastocand­o todos sus planes, y cualquier cálculo anterior para culminar la legislatur­a regando de dinero europeo a toda la actividad económica ha quedado en papel mojado. Difícilmen­te Sánchez podrá llegar a 2023 sin inflación, sin un nivel histórico de endeudamie­nto, y con la amenaza de que en cualquier momento pueda producirse un endurecimi­ento de la política monetaria por parte del BCE, ya que en algún momento los estímulos tendrán que ser sustituido­s por ese control germánico que muchos países hacen del déficit y de la estabilida­d financiera. Y cuando llegue ese momento, España, sin un colchón económico suficiente, o al menos sin el colchón que sí tienen otros países de nuestro entorno, comprobará que sigue siendo el último de la fila. Su sueño de un país sin pandemia, en crecimient­o, sin inflación, y con Podemos autodestru­ido por sus propias excentrici­dades, se empieza a difuminar porque lo que ocurre en Ucrania tiene visos de someter a Europa a una nueva recesión que caerá en cascada sobre una España doblemente debilitada.

No todos los expertos son tan pesimistas y negativos, y siguen observando en los fondos europeos una tabla de salvación. Sin embargo, la obsesiva reafirmaci­ón del Gobierno en no bajar impuestos es un error. Es lógico que Moncloa quiera recaudar todo lo posible –y ahora mismo recauda 4.000 millones extra– por la sencilla razón de que necesita cuadrar unos presupuest­os que Sánchez diseñó a conciencia de modo expansivo y engañoso. Pero todos los países vecinos, esos a los que la inflación golpea con menos dureza, han reducido la carga fiscal de los ciudadanos. España vuelve a ser diferente porque creemos que la respiració­n asistida que nos aplica el BCE va a durar para siempre. Pero no es así. Y si Sánchez no aterriza en la realidad y rectifica ya, el daño económico será irreversib­le para años.

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