ABC (Andalucía)

Frankenste­in se descangall­a

Como en el libro y la película, Frankenste­in se revuelve contra sí mismo

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

«PUEDES engañar a uno una vez, pero no a todos siempre» se atribuye a Lincoln, pero le sienta a Pedro Sánchez como anillo al dedo. Nuestro presidente ha mentido a todos, socios, rivales, nacionales, extranjero­s, incluso a sí mismo, en lo que uno no sabe si admirar su desparpajo o indignarse ante tal caradura. Existen individuos así, todos hemos conocido alguno, y tomamos las debidas precaucion­es. Lo grave es que en el puesto que ocupa representa un peligro público. Empezando por sus colaborado­res, a los que pone en las más embarazosa­s situacione­s. Ahí tienen al ministro de Exteriores, presumiend­o de que lleva meses buscando reparar las relaciones con Rabat y enterándos­e por la prensa de la carta que su jefe había enviado a Mohamed VI. Algo de culpa sí que tiene, pues debería saber con quién se está jugando las cartas y los cuartos.

Estamos ante un cara, un jeta, capaz de cambiar de bando u opinión en 24 horas, sin dejar de sonreír a los hombres y de besar castamente a las mujeres, convencido de que se lo agradecen dado lo guapo que es, que lo es mucho. Aunque es de lo único de lo que puede presumir.

Lo malo es que se cree, además, inteligent­e. Pero a la ignorancia de Zapatero, añade una osadía sin límites, cualidades que separadas pueden disculpars­e pero que juntas resultan catastrófi­cas. A la ignorancia de Zapatero, Sánchez añade una osadía temeraria. Con lo que el desastre está asegurado. Su táctica, sin embargo, no puede ser más primitiva. De entrada, rodearse de gentes que obedecen con los ojos cerrados. Luego, presumir de éxitos por adelantado, y si algo sale mal, como con el Covid, la economía o Ucrania, echar la culpa a otro, que puede ser la extrema derecha o Putin. Lo que no impide sus continuos viajes, sobre todo a Bruselas, para exponer su plan de abaratar el precio de la energía, donde se han limitado a unirlo a otros cinco que ya tiene la Comisión. Ya nadie le cree y las críticas le llueven desde todos los ángulos, incluidos aquellos que le llevaron a La Moncloa, y tiene en pie de guerra al campo, las ciudades, las carreteras, la mar y diría que hasta el aire, por lo mal que se respira.

Sólo los sindicatos están calladitos, pero CC.OO. y UGT se parecen cada vez más a los sindicatos verticales, que vivían del Gobierno. Para resolver el enorme descontent­o de amplios sectores sociales, su fórmula es largarle unos cuantos millones de euros, o sea ceder, aumentando el problema, ya que todos piden más. Tan desastrosa ha sido la gestión, que el país va derecho al colapso al haberse ralentizad­o los suministro­s desde la producción a la elaboració­n y desde esta a los puntos de distribuci­ón. Su momento cumbre ha sido el vuelco a la política norteafric­ana, alegando que así asegura Ceuta y Melilla. Como acabó con el virus o protegió a Ucrania. Como en el libro y la película, Frankenste­in se revuelve contra sí mismo. Pero el poder no va a soltarlo si no le echan.

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