Luis Guasch, el guardián de los cultivos españoles del búnker polar
El Centro de Recursos Fitogenéticos del INIA-CSIC enviará más de mil semillas a Svalbard, un Arca de Noé vegetal donde se conservan un millón de variedades listas para ser recuperadas en caso de catástrofe
En el Círculo Polar Ártico, bajo tierra y dentro de un búnker a -18ºC a prueba de terremotos y ataques nucleares se encuentra uno de los salvavidas de la humanidad: el Banco Mundial de Semillas de Svalbard. Este Arca de Noé vegetal creado en 2008 guarda más de un millón de variedades de cultivos de casi todos los países del mundo. A partir de ahora, en esta infraestructura científica única custodiarán también simientes españolas para protegerlas de cualquier cataclismo local o mundial, ya sea una guerra o el cambio climático.
Las primeras 1.080 variedades que se enviarán ya están preparadas en los congeladores del Centro de Recursos Fitogenéticos del INIA-CSIC (Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria, integrado en el Centro Superior de Investigaciones Científicas), encargado de conservar toda esta historia del campo patrio. El equipo de investigadores de la institución dirigida por Luis Guasch ha elegido, por el momento, una pequeña muestra de las más de 44.000 plantas diferentes que alberga la colección nacional: 300 cereales de invierno (114 de ellos trigos), 510 leguminosas (189 judías) y 200 hortícolas (81 tomates y 108 maíces).
«Pero la intención es mandarlo todo», cuenta este ingeniero agrónomo. El sistema español de conservación cuenta con 37 instalaciones repartidas por toda la geografía, y se guarda una copia de seguridad en el centro que corresponda y otra en la sede nacional. «Hasta ahora se consideraba que esto era suficiente. Pero durante la guerra de Siria bombardearon el banco de semillas nacional, que estaba en Alepo, y pudieron recuperar muchas de sus especies gracias al depósito de Svalbard, así que vimos que no estaba de más tener una copia adicional fuera. Además éramos de los pocos países que no teníamos plantas allí y queríamos demostrar que sí estábamos involucrados con el proyecto y la preservación de nuestra biodiversidad».
Las semillas se transportarán congeladas a -20ºC y está previsto que se envíen la primera semana de junio. «Antes de mandarlas, las hemos multiplicado para que lleguen en el mejor estado posible. En Svalbard están guardadas en una caja negra que no se abre, pero nosotros con nuestras propias copias vemos si siguen siendo viables y germinan bien, así si ocurriera algo o perdieran un porcentaje alto de viabilidad podríamos volver a plantarlas, multiplicarlas y reenviarlas», reflexiona este experto en biotecnología, que añade que no todos los cultivos se pueden mantener así. «Hay plantas, como la bellota, que no se conservan en esas condiciones de baja temperatura y humedad para minimizar su metabolismo. Muchas especies tropicales y aquellas que se reproducen mediante bulbos tampoco se pueden guardar así. Y hay otras que hay que cultivar periódicamente, como el ajo y el azafrán. La vid y el olivo, por ejemplo, también se conservan en el campo».
En España se empezaron a crear ‘archivos vegetales’ en el siglo XIX, pero no fue hasta 1981 cuando dieron forma al sistema de bancos de semillas actual, relata Guasch. La preocupación por proteger la biodiversidad agrícola fue creciendo a nivel mundial a lo largo de los años setenta, cuando vieron que muchos agricultores estaban dejando de sembrar cultivos tradicionales en favor de variedades más comerciales. Aunque ya existen almacenes nacionales importantísimos como el Fort Collins de Estados Unidos o el Instituto Vavílov de Rusia –que sobrevivió incluso al sitio de Leningrado gracias a la tenacidad de doce científicos que acabaron muriendo de hambre por salvar sus plantas–, Svalbard es un refugio neutral para toda la humanidad.