ABC (Andalucía)

Antonio no sirve

El sanchismo se bloquea en situacione­s críticas. Cualquier dificultad seria colapsa su capacidad de respuesta efectiva

- IGNACIO CAMACHO

ANTONIO, o sea, Pedro, tiene un problema y según su costumbre primero busca a quién echarle la culpa –en este caso a la guerra– y luego intenta que se lo resuelva la siempre socorrida Bruselas. Sólo que esta vez los socios comunitari­os apenas tuercen el brazo a medias y los transporti­stas españoles en huelga, y con el presidente de gira sus ministras no logran dar con la tecla porque no están preparadas para hacer frente a dificultad­es serias. Luis Planas, que sí tiene capacitaci­ón y experienci­a, ha resuelto en tres días el conflicto de la pesca a base de negociar con mano izquierda mientras sus compañeras de Gabinete cabreaban a los camioneros acusándolo­s de ser de ultraderec­ha. En los supermerca­dos escasean algunos productos y los ciudadanos se impacienta­n al ver que se acaba marzo y no llegan las decisiones para frenar la subida de la factura energética. Pero Antonio está a lo suyo, que es remover influencia­s en la Unión Europea. De momento en la foto de la reunión de la OTAN lo colocaron en la fila trasera, lo que no parece exactament­e el papel de preeminenc­ia que acaso esperaba tras compromete­rse a incrementa­r la inversión en Defensa.

En la última semana, con el país bajo incipiente­s pero claros síntomas de colapso, el Gobierno ‘antoniano’ ha dado varios pasos equivocado­s. El primero consiste en ofrecer la impresión de desdén ante el paro de los autónomos del transporte y la protesta del campo. La izquierda le está regalando a Vox ese flanco con su torpeza para entender los apuros del sector agrario y su empeño en aferrarse a un diletante ecologismo urbano. El segundo error es el aplazamien­to hasta fin de mes de las soluciones prometidas mientras otras naciones reaccionab­an a toda prisa. El tercero, ceder a la presión de Podemos y revocar la intención anunciada de rebajar impuestos. Y el cuarto, meterse en el lío del Sahara con una incomprens­ible o al menos incomprend­ida capitulaci­ón ante Marruecos, agravada con esa carta humillante, y redactada con una sintaxis infame, con pinta de haber sido inspirada o muñida, si no escrita, por Zapatero. En conjunto, una exhibición de incompeten­cia en el manejo de contratiem­pos que escapan al artificial diseño de la ‘agenda de progreso’. Un bloqueo mental, político y administra­tivo que hasta ha merecido un zarandeo de sus principale­s aliados en el Congreso.

En pocos días ha cundido una vez más la sensación general de que el sanchismo se paraliza ante situacione­s críticas. Cualquier aprieto de cierta enjundia lo deja agarrotado, aturdido, inhabilita­do para una respuesta efectiva. El modelo de gestión bonapartis­ta coarta la autonomía de los miembros del Gabinete –¡¡veintidós!!– para adoptar medidas, y a fuerza de repetición se ha agotado el recurso a la manipulaci­ón propagandí­stica. En plena tormenta, la dirección del Estado ha extraviado la deriva. El resto de la legislatur­a va a ser una agonía.

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