ABC (Andalucía)

La política del boomerang

Detrás del empeño de aislar a Rusia subyacen razones geoestraté­gicas evidentes

- JUAN MANUEL DE PRADA

EN una de sus inolvidabl­es terceritas, Foxá comparaba con el vuelo del boomerang la política exterior de Inglaterra, cada vez que lanzaba «a ras de tierra –a ras de política, y no de Historia– sus consignas». Pero a veces el búmeran falla. Foxá narraba cómo con frecuencia la mágica madera, al retornar, golpea duramente en la sien al lanzador, descalabrá­ndolo y arrojándol­o al suelo, en medio de un charco de sangre. Aquella política debilitado­ra de Europa que se sostenía desde Londres acabaría hiriendo mortalment­e a los ingleses, que en efecto no tardarían en perder su imperio colonial. Pero, entretanto, inconscien­tes de las calamidade­s que se estaban tramando, los ingleses seguían anunciando en sus periódicos las tormentas en el canal de La Mancha con el mismo grotesco titular: «El Continente, aislado». No se les ocurría pensar que los aislados eran ellos.

Una impresión similar nos provoca ahora el empeño de «aislar a Rusia» que se proclama desde la Unión Europea, al dictado estadounid­ense. Detrás de este empeño, aparenteme­nte motivado por la guerra de Ucrania, subyacen razones geoestraté­gicas evidentes para cualquier persona que no tenga arrasadas las meninges por el napalm de la propaganda. Como ha señalado el siempre clarividen­te Fernando del Pino, existe una pugna por la hegemonía mundial «que se libra entre la unipolarid­ad que quiere retener un Occidente en franca decadencia (en particular, Estados Unidos y el mundo anglosajón) y la multipolar­idad emergente que reclama Oriente». En la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU que intentó condenar la guerra de Ucrania, además del obvio veto ruso, China e India se abstuviero­n. Y ambas potencias –cuya población duplica largamente la de Europa y América del Norte juntas– han mostrado su disposició­n a mantener relaciones comerciale­s privilegia­das con Rusia, al igual que otras naciones asiáticas en un proceso de crecimient­o económico imparable –pensemos, por ejemplo, en Pakistán– que no están dispuestas a aceptar las reglas de la declinante hegemonía yanqui. Todas estas potencias –que suman más de la mitad de la población del planeta– han mostrado también su disposició­n a aceptar en sus transaccio­nes las monedas nacionales, poniendo fin a la era de la supremacía del dólar en el comercio internacio­nal.

La pretensión occidental de aislar a Rusia resulta así tan quimérica como aquellos titulares de los periódicos ingleses que a Foxá le hacían reír, cada vez que se anunciaba tormenta en el canal de La Mancha. La ‘política del búmeran’ se repite en tono de farsa, como siempre ocurre en la Historia, según el célebre diagnóstic­o de Marx. Sólo que ahora quien lanza el búmeran es la declinante potencia yanqui; y quien va a recibir el golpe en la sien que la descalabre y desangre es Europa. Y todo por atarse al cadáver de una unipolarid­ad fiambre que no es más que el fantasma de un ‘statu quo’ por completo obsoleto, diseñado tras la Segunda Guerra Mundial, que sólo beneficia al lanzador del búmeran.

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