ABC (Andalucía)

Esperanza en Kiev ante el retroceso de las tropas rusas

► En el anillo de la capital los civiles confían en el avance ucraniano para retornar a casa

- MIKEL AYESTARAN ENVIADO ESPECIAL A BROVARY

La plaza de Brovary se ha convertido en el punto de reunión de los miles de personas que escapan del frente este de Kiev. Se acercan cada mañana al edificio de la municipali­dad para registrars­e y pasar a formar parte de la lista de seis millones de ucranianos convertido­s en desplazado­s internos por culpa de la guerra. Otros 3,5 millones de ucranianos han dado un paso más y han salido del país en busca de refugio, pero quienes se presentan en esta plaza cada mañana no lo hacen porque esperan volver a casa cuanto antes y por ello se han alejado lo mínimo posible.

Las noticias sobre el avance de las fuerzas de Ucrania y el retroceso de los rusos abren una puerta a la esperanza para estas personas. El enemigo ha perdido posiciones al noreste de Kiev y en el este se ha alejado otros quince kilómetros con lo que Lukyankovk­a vuelve a estar bajo control de Kiev. El avance ucraniano en todo el anillo de la capital coincide con el anuncio del ministerio de Defensa ruso sobre «el final de la primera etapa de la operación militar especial» lanzada en Ucrania el 24 de febrero y el inicio de una segunda etapa en la que el objetivo es «la liberación del Donbás». ¿Éxito de Ucrania o cambio de estrategia de Rusia? A los civiles lo que les preocupa es que callen las armas y se consolide de nuevo el control de las fuerzas ucranianas para poder recuperar sus vidas.

La fortuna de escapar

Volodímir no quiere hacerse falsas esperanzas y espera pacienteme­nte su turno en el registro. Los rusos entraron en su aldea y recuerda que «arrojaron una granada en casa de mis vecinos, salvaron la vida porque estaban escondidos en el sótano». Desea contar al mundo lo que ha visto y sufrido, porque también ha sido testigo de la muerte de un joven matrimonio de su pueblo, Shevchenko­ve, que «fueron fusilados a tiros por los soldados rusos, que acribillar­on el coche en el trataban de escapar».

Volodímir tuvo la suerte de aprovechar la ventana abierta por un pasillo humanitari­o y abandonó su hogar al volante de su coche. Desde entonces vive en casa de unos amigos que han dado cobijo a toda su familia de forma temporal. A sus 69 años da gracias a Dios por tener buena salud y no necesitar medicinas, en su caso espera su turno para registrase y poder estar informado en todo momento en caso de que los combates terminen y pueda retornar.

Irina fue evacuada junto a su familia de Bogdanovka, uno de los puntos donde los combates fueron más calientes, y ahora confía en recibir algún tipo de ayuda y medicinas porque es enferma de cáncer. «Leímos una informació­n en una web del Gobierno en la que prometían ayuda a los enfermos que podían alcanzar las 3.000 grivnas (unos 100 euros al cambio) para personas en mi situación, pero llevamos aquí dos días y no hemos recibido nada. El problema es que nos dicen que ellos no saben nada de asistencia financiera». Salió de casa con lo puesto y en mitad de los bombardeos y «dejamos la puerta de casa abierta para que los rusos no la rompan en los saqueos. Sabemos que destrozan las cercas y ventanas y entran en las viviendas para robar comida y todo lo que pueden».

En mitad de la espera, la frustració­n y la impotencia se mezclan con la ansiedad cuando empieza a sonar la sirena antiaérea. La guerra les persigue. La oficina postal más próxima hace las veces de refugio y allí se van juntando todos estos desplazado­s en compañía de los vecinos que quedan en Brovary a la espera de que pase la amenaza. Es un lugar oscuro y frío. La tensión acumulada de los últimos días, los nervios por un futuro incierto… una mujer rompe a llorar al ver prensa internacio­nal y suplica a la OTAN que imponga de una vez el cierre del espacio aéreo. Se hace el silencio más largo en el búnker. Un silencio que calla hasta a la sirena. Nadie más abre la boca, las miradas gritan por sí solas.

«Arrojaron una granada en casa de mis vecinos, salvaron la vida porque estaban escondidos en el sótano», señala Volodímir

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// REUTERS Un niño sostiene un arma de juguete en la estación que sirve de búnker durante los bombardeos
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