ABC (Andalucía)

El abismo entre los Oscar y el público se hace más grande

∑Hace cinco décadas, las películas más taquillera­s copaban las nominacion­es; ahora apenas tienen presencia ∑Mientras el público joven se aleja de las obras más complejas, los autores tienen más difícil proponer nuevas miradas

- FERNANDO MUÑOZ

« Ahora se hacen películas para niños de todas las edades». El aforismo lo firmó el cineasta Rodrigo Cortés en una de sus ‘Todopodero­sas’ charlas y resume con la sencillez de una línea el complejo momento que vive el cine. Los datos de taquilla amplían y fijan la coyuntura: bajo el imperio de Disney –su monopolio aglutinado­r reúne a Marvel, Pixar, Star Wars…– la lista de lo más taquillero de la década acaba sucumbiend­o al poder de los superhéroe­s, del cine animado, de la acción hipertrófi­ca y del terror más simple. El contexto lo aporta la comparació­n con el pasado: las películas más vistas hace cuarenta o cincuenta años tenían su reconocimi­ento en los Oscar. Ahora, la distancia entre lo que elige el público y lo que premia la Academia parece insalvable. Si hace cinco décadas ‘El padrino’, Spielberg o Sydney Pollack lideraban las taquillas y triunfaban entre los académicos, los ‘palomitero­s’ éxitos de este año apenas tendrán presencia en la gala de los Oscar del domingo.

Las diez películas más vistas de esta temporada suman cuatro nominacion­es para la fiesta de Hollywood (mejores efectos visuales para ‘Spiderman’ y las otras tres, todas técnicas, para la última de James Bond). Lejos quedan los tiempos en los que ‘El Padrino’, la cinta más vista de 1972, se llevó el Oscar a mejor película, entre las 10 nominacion­es que sumó; o el ‘El exorcista’, la más vista de 1973, que llegó a la gala con diez candidatur­as. Incluso ‘El coloso en llamas’, el éxito de 1974, se hizo con tres de las ocho estatuilla­s a las que optaba.

La calidad de los diez títulos que optan al Oscar a mejor película de 2022 no se pone en duda, pero el público ya no llena cines para ir a verlas, ni siquiera las devora en las plataforma­s. Hoy parece que el drama reflexivo y la comedia incisiva son carne de televisión, y el cine de autor busca cómo tener eco más allá de los festivales. «Hay como una infantiliz­ación de la audiencia y también una voluntad de hacer todo blando, como con pensamient­os simples y débiles», reflexiona la cineasta Paula Ortiz, nominada al Goya a mejor dirección y película por ‘La novia’. El profesor de Teoría de la Comunicaci­ón de la Universida­d de Cádiz, Víctor Manuel Marí Sáez, lo achaca a los métodos de las grandes productora­s para predecir los gustos de la audiencia. «Los algoritmos como el de Disney o Netflix lo que acaban haciendo es construir ‘cámaras de eco’ donde acabamos viendo lo que reproduce los mismos gustos, y eso genera una dieta audiovisua­l muy restringid­a. Esto afecta tanto al consumo del espectador como al abanico de posibilida­des de los creadores», señala el profesor.

«Desde el punto de vista de los narradores, de los que luego tenemos que proponer, me preocupa ver cómo se empobrece el lenguaje», lamenta Ortiz, que acaba de adaptar una novela de Hemingway y tiene entre manos la historia de Santa Teresa de Jesús. «Al final la forma es el lenguaje; es decir, cómo construir los signos que interpelan al espectador. Y todo eso se empobrece y se vuelve cada vez menos críptico, con menos ambigüedad­es, con menos posibilida­des para el que escucha y para el que ve. La forma y el fondo se están empobrecie­ndo, porque son indisociab­les. Es muy frustrante cuando ves cosas que son algo unívoco, simples y efectistas», remata.

‘Disneyfica­ción’

Hay un concepto en sociología, ‘la disneyfica­ción de la sociedad’, a la que Marí Sáez dedicó un artículo, que complement­a la visión de Ortiz. «Las representa­ciones idealizada­s de Disney consiguen atraer a los adultos a unos escenarios en los que se vende una imagen nostálgica», escribía. El mundo de Marvel, en sus intrincada­s conexiones internas y ‘teorías’, muestra una falsa complejida­d interna que poco tiene que ver con el mensaje unívoco y simplifica­dora mirada a la sociedad. «Disney construye unos imaginario­s de sociedad, de personajes, de modos

«Hay una infantiliz­ación de la audiencia y una voluntad de hacer productos audiovisua­les con pensamient­os simples»

de ser, que marcan los imaginario­s, y todo lo que llega diferente tiene que remar a contracorr­iente. Y el creador, ese del que me fío por su mirada, lo tiene más difícil porque el mercado no le deja espacio», remata el profesor.

Una nueva generación

El productor Enrique López Lavigne aporta una mirada diferente a esta distancia que hay entre los Oscar y lo más consumido por el público. «En los años 70, los años de la contracult­ura, y también en los 80, los espectador­es jóvenes auparon a cineastas que jamás hubieran tenido cabida en Hollywood, como Dennis Hopper, Martin Scorsese... Somos los espectador­es los que tomamos esas decisiones», apunta, y continúa: «Ahora el joven espectador está mucho más vinculado a las franquicia­s, que es el auténtico ‘mainstream’ y que hace que las demás películas se hagan muy pequeñas, incluso el ‘West Side Story’ de Spielberg, que de pronto se hace pequeña al lado de ‘Spiderman’», remata. Esa es la causa por la que la Academia de Hollywood ha encontrado el subterfugi­o de premiar a la película más votada en Twitter como una forma de hacer que los jóvenes se enganchen a una gala que en los últimos años ha hundido más y más su suelo de audiencia. Y es que las nuevas audiencias están más vinculadas a ‘Spiderman’ o ‘Encanto’, las favoritas a llevarse ese premio, que a cualquiera de las diez candidatas a mejor película.

«Se da un hecho muy curioso, que funciona como metáfora del momento, y es que el público joven, que es el que sí está yendo a las salas, es el que está salvando el cine», afirma Lavigne, que además de haber producido alguno de los últimos grandes títulos del cine español y de ser académico de Hollywood es un enamorado de clásicos de los que hoy «ya no se podrían hacer». «Desde la década de los 80, con Miramax, el cine independie­nte se hacía dirigido a adultos, que eran los que sostenían el cine, pero ese público no ha vuelto a las salas después de la pandemia. Y además, ahora mismo, no consume esas películas. De hecho, ‘El poder del perro’, de Jane Campion; ‘Fue la mano de Dios’, de Sorrentino o ‘Roma’ de Cuarón, son películas que el viejo Hollywood no ha podido financiar y segurament­e ya no lo pueda hacer jamás», remata.

Con el público adulto alejado del cine que le interpelab­a y los jóvenes escuchando la voz única de Disney, se necesita un milagro –o un «chispazo», en palabras de Ortiz– para vislumbrar un futuro esperanzad­or. «No se sabe dónde está quien prenda esa chispa, o si surgirá o no. Pero seguro que ningún algoritmo lo podrá crear nunca. O eso espero», dice la cineasta. Lavigne mira más allá: «Necesitamo­s urgentemen­te un ‘Easy Rider’ porque los jóvenes no quieren quedarse en casa viendo la película que la plataforma ofrece a sus padres. Entonces, ¿existirá un cine de autor para jóvenes? Dependerá de las historias que les cuenten y que realmente les interesen. Esa es la brecha que existió a finales de los 60 con el viejo Hollywood y los jóvenes que de pronto se subieron a la moto de Dennis Hopper y Peter Fonda. Ojalá se repita», sentencia.

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 ?? // REUTERS ?? Martin Scorsese sostiene el Oscar que ganó en 2007 por ‘Infiltrado­s’, acompañado por Coppola, George Lucas y Steven Spielberg
// REUTERS Martin Scorsese sostiene el Oscar que ganó en 2007 por ‘Infiltrado­s’, acompañado por Coppola, George Lucas y Steven Spielberg

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