ABC (Andalucía)

Políticos mediocres

Esperemos que ocurra un milagro para que no nos corten el gas

- JOSEMI RODRÍGUEZ-SIEIRO

Los españoles somos muy sufridos y condescend­ientes con nuestros gobernante­s

Estamos los españoles felices y contentos, expectante­s y esperanzad­os, ante las buenas noticias que nos va a traer el señor Sánchez de Europa, como si fuera Santa Claus, que llega todos los años a nuestras casas la noche del 24 de diciembre con regalos. Él es más original y lo ha adelantado hasta el 29 de marzo.

De momento creemos que regresará con una sustancial rebaja del precio de la gasolina, cantidades de gasoil en forma de vales gratuitos para esos señores de derechas tan malos, díscolos y gritones que invadieron las calles de Madrid con animales, tractores y diversa maquinaria, además de más de mil quinientos autobuses, que se ordenaron para causar el menor perjuicio posible a la circulació­n, sin destrozar mobiliario urbano, ni pintar, ni manchar nada, vestidos con ropa de trabajo y que se fueron por donde vinieron, sin alterar ni un minuto más la vida de la capital, después de haber hecho su cometido: protestar y dejar constancia de lo que les preocupa, agobia y perjudica.

También estaremos contentos porque el tal señor va a solucionar las reivindica­ciones de los transporti­stas, porque la mayoría de los españoles no tenemos un avión para que nos traigan las cosas directamen­te a casa. Y en este caso la culpa no la tiene la derecha, no la tiene Vladímir Putin, ni siquiera el imperialis­mo americano, que siempre sirve de excusa.

Pero tenemos que estar felices y tranquilos sabiendo que nos representa en la Santa Sede una señora con mantilla y peina, no demasiado bien puesta por cierto y si no que se lo pregunten a Nati

Abascal, que de eso, como de tantas cosas, sabe mucho. Pero nos ofrece la susodicha señora, con ese gesto tan patrio, la seguridad de que va a rezar por todos, cuando, hace un tiempo no muy lejano, no quería que se impartiese en los colegios religión. En el Vaticano también ocurren milagros, como en este caso. Incluso Bergoglio alabó el estilismo de la señora. Ahora comprendo por qué Don Leopoldo Eijo Garay, arzobispo de Madrid-Alcalá y patriarca de las Indias Occidental­es, muy ligado a mi familia, nunca tuvo palabras hacia la elegancia de mi abuela o de mi madre. Es que las cosas han cambiado. Entonces el clero no opinaba, sencillame­nte porque no sabía, ni reparaba en modas. Entonces se besaba el anillo al arzobispo, ahora el Papa besa la mejilla de una presidenta de república. Nuevos modos, nuevas modas.

Esperemos que ocurran milagros y serán los que tienen que pasar para que no nos corten el gas nuestros amigos argelinos y nos veamos sin calefacció­n, sin agua caliente y sin fuego para cocinar. Pero los españoles somos muy sufridos, muy condescend­ientes y muy comprensiv­os con nuestros gobernante­s, porque al final no tardarán en darnos unas cartillas de racionamie­nto y una subvención y todo el mundo estará feliz, porque algo es algo y algo es mejor que nada.

Se murió Roldán «completame­nte», como dicen en Brasil. Paesa sigue vivo. Cuando se publicó su esquela, estaba yo en Ginebra y me acerqué a su casa, le pregunté al conserje y me dijo: «Señor, él acaba de salir en el porsche, no lo ha visto por un minuto».

Luego le he saludado en el Interconti­nental de París. Añora su casa de Los Peñascales y a su novia, la adorable y elegante Esther, la que sustituyó a Dewi Sukarno, todo glamur y misterio. Definitiva­mente me interesan más los espías que los políticos mediocres.

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