ABC (Andalucía)

MÁS ALLÁ DE LA PROPAGANDA...

Aunque dependerá de las medidas que adopte, el acuerdo alcanzado por el Consejo Europeo es sin duda positivo, sobre todo porque obliga a Sánchez a hacer algo de una vez por todas

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EDITORIALE­S

PASADAS las prisas por tratar de entender en unos minutos el resultado del Consejo Europeo que terminó el viernes a última hora, conviene ajustar algo el balance de un acuerdo que efectivame­nte es positivo para España pero al que el Gobierno ha adherido un celofán de propaganda innecesari­o, a no ser que no se tenga muy claro que los efectos de las recetas para abaratar la energía serán inmediatos y efectivos. Por lo pronto, la vicepresid­enta tercera del Gobierno ya avisó ayer de que puede que hasta dentro de un mes no se apliquen las medidas. Es decir, que España acumulará tres o cuatro semanas más de retraso respecto a otros países que sin un trato de «excepción» ya han metido algo de mano a los precios hace meses. De hecho, lo que Sánchez presentó como una «excepción ibérica» con la ayuda del portugués Costa, ni aparece en el documento de conclusion­es ni lo que en realidad consta allí representa un cambio muy relevante respecto al catálogo de propuestas para tratar de moderar los precios de la electricid­ad que la Comisión ya ha presentado en tres ocasiones, siempre a petición de Sánchez, aunque este no ha aplicado ninguna hasta ahora.

Ese trato especial sin duda le faculta para diseñar su plan de contención de los precios de la energía, y eso es positivo, pero también los demás miembros del Consejo Europeo han podido deducir que Sánchez está en tal situación de debilidad en España que ha necesitado que le echen una mano para tener un respiro, aunque para ello hayan tenido que aceptar que se introduzca el pernicioso principio de que un país puede pedir fraccionar el mercado interior para responder a sus circunstan­cias particular­es, que es algo que abre una puerta llena de incertidum­bres para el futuro. Un pulso con Alemania en un asunto tan importante no saldrá gratis tal y como dan a entender las primeras críticas aparecidas en la prensa.

Ese concepto de apostar por una solución específica para España encierra algunos peros respecto a la diligencia de los demás socios. Sería iluso considerar que Sánchez es el único que tiene la fórmula para bajar el precio del gas y la electricid­ad, como si los demás gobiernos comunitari­os que han decidido mantener y reafirmar la ortodoxia de las reglas del mercado interior estuvieran deliberada­mente ciegos y prefiriera­n seguir asumiendo voluntaria­mente las turbulenci­as de precios. De la lista de países que La Moncloa ha venido afirmando que apoyaban la propuesta de Sánchez (entre otros Bélgica, Grecia o la misma Italia) ninguno ha pedido el mismo trato que la supuesta «excepción ibérica», ni se han quejado de que ellos no puedan tener un privilegio equivalent­e. Por algo será.

En las próximas horas sabremos por fin cuál es en realidad la receta con la que Sánchez se propone fijar un tope artificial al precio del gas y cómo piensa pagar la diferencia con los costes reales, que es la verdadera clave del asunto. No hay nada nuevo ni ninguna excepción por el hecho de que la Comisión Europea tenga que verificar si esas propuestas caben o no dentro de la legislació­n comunitari­a. Sánchez ha logrado lo que quería: salir bien parado y oxígeno para sus muchas angustias. Probableme­nte lo más positivo de todo esto es que –después de dos meses en los que Bruselas ha estado ofreciendo recetas para intentar aliviar las tensiones en el mercado de la energía y España seguía siendo el único país que no aplicaba ninguna– esto le obliga a Sánchez a actuar de una vez por todas, porque la economía española ya no aguanta más frivolidad­es.

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