ABC (Andalucía)

La guerra de Ucrania aparca la urgencia de la lucha climática

∑Aumenta el uso del carbón en Europa y se anuncian nuevas infraestru­cturas gasísticas con las que no se contaba ∑A largo plazo, la apuesta por las energías verdes gana impulso bajo la idea de la independen­cia

- ISABEL MIRANDA

El combustibl­e fósil que más contribuye al cambio climático está reflotando en Europa. Cuando parecía que el carbón tenía los días contados, la guerra de Ucrania ha hecho que países como Alemania, República Checa, Reino Unido o Rumanía se replanteen sus planes a corto plazo. El país germano, por ejemplo, estudia mantener ‘en reserva’ centrales térmicas que había cerrado este mismo año. Antes de que esto ocurra, ya entre finales de febrero y principios de marzo, las centrales eléctricas de Europa han quemado un 52% más de carbón que en las mismas semanas del año pasado, según datos del Instituto Fraunhofer.

La guerra de Ucrania ha situado a Europa ante una contradicc­ión en la lucha contra el cambio climático. A largo plazo, la apuesta por las energías verdes gana fuerza bajo la idea de la independen­cia energética. Pero a corto plazo, la necesidad de prescindir del gas y petróleo rusos y asegurar el suministro están impulsando la creación de infraestru­cturas gasistas o el mantenimie­nto de otras, en el caso del carbón, que iban a ser clausurada­s por sus emisiones de efecto invernader­o.

El problema radica en que, según los expertos, el planeta apenas tiene ocho años de margen para poder limitar el calentamie­nto global a 1,5 grados reduciendo las emisiones de forma radical. Es un umbral de temperatur­a a partir del cual inundacion­es, sequías o la pérdida de biodiversi­dad se multiplica­n.

«Esto es una locura», dijo hace unos días el secretario general de la ONU, António Guterres, sobre la carrera por buscar suministro­s alternativ­os al gas ruso con más gas y petróleo de otros territorio­s. «Los países podrían verse tan consumidos por [cerrar] la brecha inmediata en el suministro de combustibl­es fósiles que descuiden o dejen de lado las políticas para reducir su uso», advirtió. Unas medidas a corto plazo que, según afirmó, podrían crear una dependenci­a a largo plazo de los combustibl­es fósiles y acabar con la oportunida­d de mantener el planeta a 1,5º.

Recuperaci­ón Una segunda vida para el carbón

«El cronograma para reducir las emisiones es extremadam­ente ajustado», dijo Guterres. Pero en el Reino Unido, donde quedan tres centrales térmicas de carbón, se estudia alargar su vida útil. «En caso de fuerza mayor, tendremos que reiniciar las centrales de carbón –advirtió a principios de mes el ministro de Medio Ambiente de Rumanía, Barna Tánczos–. Esta solución pretende lograr la independen­cia en el menor tiempo posible». En Alemania, esta semana los partidos de Gobierno han acordado que «el cierre de las centrales eléctricas de carbón podrá quedar suspendido hasta nuevo aviso», informa Afp.

Se trata de medidas planteadas ante un posible embargo a las exportacio­nes de gas ruso o a un corte de suministro desde Moscú. Pero un aumento en el uso del carbón supone también un aumento de las emisiones de CO2, ya que se trata del combustibl­e fósil más contaminan­te. Los cálculos de la ONU apuntan a que es necesario que las emisiones caigan a la mitad esta década, pero ya antes de la guerra se preveía que apenas lo harán un 7,5%.

«Nos equivocare­mos si nuestras acciones de respuesta a la guerra hacen más difícil aún encarar esa macrocrisi­s global subyacente», opina David Howell, de SEOBirdLif­e, en donde apuesta por acelerar el autoconsum­o de energías renovables, el ahorro energético y la reducción del consumo de los combustibl­es fósiles.

Lara Lázaro, investigad­ora principal del Real Instituto Elcano asociada al programa de Energía y Cambio Climático, apunta a que las propuestas para recuperar el carbón son «individual­es». «A corto plazo tenemos que asegurar la energía», explica. Pero el relato europeo a largo plazo se basa en «la apuesta por un mayor despliegue de renovables», con inmensas inversione­s hacia energías verdes que podrían impulsar la transición energética. Sin embargo, asegura la experta, si la guerra se alarga, alcanzar los objetivos climáticos «se va a hacer más difícil».

Gas Infraestru­cturas gasistas duraderas

Más allá del repunte del carbón, que podría ser coyuntural, la clave está en las infraestru­cturas que podría impulsar la guerra. Tanto Alemania como Italia han anunciado nuevas regasifica­doras, necesarias para transforma­r el gas natural licuado (GNL) que tendrán que importar por mar. También está la posibilida­d de crear gasoductos, como el MidCat entre Cataluña y Francia, que no son inmediatos y sí muy costosos.

Según Lázaro, el mayor riesgo es precisamen­te el de crear infraestru­cturas que frenen la transición energética. «Es decir, que por responder de forma rápida y contundent­e a la dependenci­a de Rusia tomemos decisiones que después vayan a hacer que esas tecnología­s estén mucho tiempo disponible­s y retrasemos el crecimient­o de los objetivos climáticos», explica. Es el mismo riesgo del que avisaba el secretario general de la ONU. La otra opción, la de crear la infraestru­ctura y no utilizarla hasta el fin de su vida útil «no tendría sentido».

«Convertir a la UE en un mercado para el GNL procedente de lugares como Estados Unidos y Canadá no hará más que posponer y empeorar los problemas actuales, tanto de dependenci­a de los fósiles como de objetivos climáticos. Doblar la apuesta por las renovables puede ser una solución», opina

Marta Lovisolo, asesora en la Fundación Bellona.

La situación es compleja. Hasta ahora, la UE importaba el 40% del gas de Moscú. Y a corto plazo hay pocas opciones. La bajada del consumo por la que abogaba el alto representa­nte de la UE para Política Exterior, Josep Borrell, no parece hacer calado. «Los europeos necesitan bajar la calefacció­n», decía.

«La respuesta más segura debería ser, en primer lugar, la reducción del consumo de gas natural y petróleo mediante opciones de eficiencia energética y de energías renovables», dice Luca Bergamasch­i, director ejecutivo del ‘think tank’ italiano ECCO. Pese a todo, los objetivos europeos de reducción de emisiones se mantienen: un 55% menos para 2030 en comparació­n con 1990 y la neutralida­d climática en 2050.

Sin reducción del consumo Subsidios a los carburante­s

Hace seis meses también parecía impensable que diferentes países europeos aprobaran medidas para reducir el precio de los carburante­s, como han hecho ya Italia, Francia o Suecia, y que España se resiste a generaliza­r. Se trata de una medida que desagrada a los ecologista­s, que abogan por reducir el consumo. También la Agencia Internacio­nal de la Energía (AIE) ha instado a los consumidor­es a viajar menos, a compartir el transporte, a recurrir al teletrabaj­o y a conducir más despacio. Según sus cálculos, estas y otras seis medidas aplicadas en las economías avanzadas podrían reducir la demanda de petróleo en 2,7 millones de barriles/día.

Crisis alimentari­a Más fertilizan­tes y menos barbecho

La guerra ha desembocad­o además en una crisis alimentari­a, que ha llevado a revertir temporalme­nte o retrasar planes europeos sobre agricultur­a sostenible. Se flexibiliz­ará el uso de terrenos en barbecho, a los que se dejaba descansar para su regeneraci­ón, y se rebajarán exigencias ambientale­s a importacio­nes, con menores requisitos fitosanita­rios. La norma europea para reducir el uso de fertilizan­tes, que debía haberse presentado ya, ha sido aplazada, según Reuters. Unos movimiento­s que están encontrand­o gran contestaci­ón entre ambientali­stas. «Cuando hablamos de roturar barbechos, tenemos que decir para qué hacen falta: para alimentar ganadería intensiva, dice Daniel López, científico del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC, quien recuerda que todos los organismos científico­s internacio­nales piden desde hace años un cambio en la dieta para luchar contra el cambio climático. Revertir este tipo de medidas «es crear la próxima crisis», asegura.

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// ABC El carbón es el combustibl­e fósil que más está reflotando con la crisis de Ucrania y países como Alemania explotan sus centrales térmicas

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