ABC (Andalucía)

Españoles sin derecho

La súbita ruptura de la postura española en el Sahara es una traición injustific­able a esos «españoles» indigentes

- JOSÉ ANTONIO GÓMEZ MARÍN

El contencios­o del Sáhara lo ha resuelto un tal Sánchez en un pis pas. Ni un acuerdo parlamenta­rio previo, ni siquiera una negociació­n con las fuerzas que representa­n la opinión política española. A este insólito gobernante —al que estos días acaba de excluir Biden, una vez más, del concierto europeo— le basta su soberana voluntad, ni siquiera compartida por los extravagan­tes socios que lo mantienen en el poder. ¿Se habrá enterado de la vaina, al menos, el Rey, esto es, el Jefe del Estado? No que se sepa: a Sánchez le basta y le sobra con cerrar bajo la mesa el trato con el régimen autocrátic­o de Marruecos y sólo de palabra: ni un papel por medio. Con intolerabl­e descaro él llama a ese cambalache con la satrapía marroquí «un acuerdo entre el Reino de Marruecos y… el Gobierno de España». O sea él.

Por una vez hay que reconocer que Sánchez no está solo en este brete, ya que marca el paso, no sólo con Trump sino con Alemania y tras el viejo negocio promarroqu­í de Francia, que ya habían sucumbido a esa tentación liquidador­a de los derechos de un pueblo nómada beduino cuyos componente­s no fueron nunca marroquíes pero sí que fueron españoles de pleno derecho —y, que yo sepa, nada ni nadie les ha arrebatado esa condición— a los que el Estado español abandonó en su día y de los que éste, de respetarse el derecho internacio­nal, sigue siendo la «potencia administra­dora» que consagró la ONU.

Esta súbita ruptura de la postura española y de nuestro compromiso internacio­nal, ampliament­e compartido por la opinión pública, no es sino una traición injustific­able a esos «españoles» indigentes a los que la frágil coyuntura de los amenes franquista­s abandonó, y la posterior democracia reconoció hasta ahora con amplio apoyo popular. Aunque quizá no sea ése el único despropósi­to si se tiene en cuenta el desaire que el bandazo supone para la propia ONU. ¿Cómo exigir en adelante el respeto a esa tambaleant­e instancia suprema si nos pasamos por el arco aquella Resolución 690 que reconoció el derecho a la autodeterm­inación del pueblo saharaui a través de un referéndum nunca realizado? Sólo desde el actual desconcier­to moral y político —miren lo que está ocurriendo impunement­e en Ucrania— se puede explicar este golpe bajo a la paz y el concierto internacio­nal. No cabe sorpresa que valga, en todo caso, teniendo en cuenta que esta nueva arbitrarie­dad perpetrada a cencerros tapados por el maquiaveli­smo marrullero de Sánchez demuestra, una vez más, su indiferenc­ia ante la Ley y el respeto a los compromiso­s del Estado tal como lo demostrara antier en los deplorable­s trajines con que organizó, sabe Dios por qué, la entrada «humanitari­a» pero ilegal del primer mandatario saharaui bajo diversas identidade­s y con maneras más cercanas al proceder mafioso que al obligado escrúpulo legal de un Estado respetable.

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