Españoles sin derecho
La súbita ruptura de la postura española en el Sahara es una traición injustificable a esos «españoles» indigentes
El contencioso del Sáhara lo ha resuelto un tal Sánchez en un pis pas. Ni un acuerdo parlamentario previo, ni siquiera una negociación con las fuerzas que representan la opinión política española. A este insólito gobernante —al que estos días acaba de excluir Biden, una vez más, del concierto europeo— le basta su soberana voluntad, ni siquiera compartida por los extravagantes socios que lo mantienen en el poder. ¿Se habrá enterado de la vaina, al menos, el Rey, esto es, el Jefe del Estado? No que se sepa: a Sánchez le basta y le sobra con cerrar bajo la mesa el trato con el régimen autocrático de Marruecos y sólo de palabra: ni un papel por medio. Con intolerable descaro él llama a ese cambalache con la satrapía marroquí «un acuerdo entre el Reino de Marruecos y… el Gobierno de España». O sea él.
Por una vez hay que reconocer que Sánchez no está solo en este brete, ya que marca el paso, no sólo con Trump sino con Alemania y tras el viejo negocio promarroquí de Francia, que ya habían sucumbido a esa tentación liquidadora de los derechos de un pueblo nómada beduino cuyos componentes no fueron nunca marroquíes pero sí que fueron españoles de pleno derecho —y, que yo sepa, nada ni nadie les ha arrebatado esa condición— a los que el Estado español abandonó en su día y de los que éste, de respetarse el derecho internacional, sigue siendo la «potencia administradora» que consagró la ONU.
Esta súbita ruptura de la postura española y de nuestro compromiso internacional, ampliamente compartido por la opinión pública, no es sino una traición injustificable a esos «españoles» indigentes a los que la frágil coyuntura de los amenes franquistas abandonó, y la posterior democracia reconoció hasta ahora con amplio apoyo popular. Aunque quizá no sea ése el único despropósito si se tiene en cuenta el desaire que el bandazo supone para la propia ONU. ¿Cómo exigir en adelante el respeto a esa tambaleante instancia suprema si nos pasamos por el arco aquella Resolución 690 que reconoció el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui a través de un referéndum nunca realizado? Sólo desde el actual desconcierto moral y político —miren lo que está ocurriendo impunemente en Ucrania— se puede explicar este golpe bajo a la paz y el concierto internacional. No cabe sorpresa que valga, en todo caso, teniendo en cuenta que esta nueva arbitrariedad perpetrada a cencerros tapados por el maquiavelismo marrullero de Sánchez demuestra, una vez más, su indiferencia ante la Ley y el respeto a los compromisos del Estado tal como lo demostrara antier en los deplorables trajines con que organizó, sabe Dios por qué, la entrada «humanitaria» pero ilegal del primer mandatario saharaui bajo diversas identidades y con maneras más cercanas al proceder mafioso que al obligado escrúpulo legal de un Estado respetable.