Nostalgia del lunes
En estos dos años de naufragio, o legislatura, he aprendido a recordar que queda a un soplo la muerte
SIEMPRE me dolió el lacio lunes, que es día proletario, y tristón, pero voy cumpliendo una temporada en la añoranza del lunes, en la nostalgia de vivir un lunes de toda la semana, incluso, porque ha muerto la rutina, y el remanso, esas medianías que hoy resultan un lujo extraviado. Quiero decir que desde que ingresamos en el inventario del Covid, el calendario es un precipicio, y la novedad un susto. Para amenidad mayor, hubo un volcán, y una Filomena, y una guerra, que es en lo que aún nos enredamos. Y cito ceñidamente. El desastre viene reuniendo versiones diversas, en lo concreto de dos años, y uno arrastra de ancla los claros síntomas de un resfriado interior, que es como pudiera también llamarse la nostalgia de un lunes cualquiera de enero de 2020, por ejemplo, cuando el beso no era causa de pánico, sino artesanía del amor, cuando un hospital no era un picnic del apocalipsis, cuando vivíamos en los paraísos del tacto, y no se nos había aparecido Fernando Simón. En estos dos años de naufragio, o legislatura, he aprendido a desconfiar de los expertos, a recordar que queda a un soplo la muerte, a cabrearme como el trueno español que soy, pero más. Ya aborrezco la palabra resiliencia, detesto la acuñación ‘poner en valor’, desprecio a los políticos de pregón que vienen a apañarnos los planes mientras nos tratan como a los niños que ellos son. Me repugna tanto héroe, me sublevan los justicieros, me agotan los diputados, que, además, publican libros. El infierno, al fin, escribió un poeta. Y eso nos sirve ahora para el tiempo pasado que aún dura, donde el infierno viene siendo un ‘reality’ de nuestro propio barrio, más Ucrania, mientras pensamos si llenar o no llenar el depósito del coche como quien carga el depósito de un yate. Desanima vivir cada noticia como otra amenaza. Siempre creí en la biografía de riesgos. El resto es jubilación. Pero en medio de la que está cayendo, ahí en la copa de la inquietud, no se me pasa la nostalgia benéfica de la maravilla de la rutina perdida del maldito lunes.