ABC (Andalucía)

PUTIN OFRECE PAZ POR LIBERTAD

El repliegue táctico de Rusia se hace acompañar de una oferta que no dista mucho del proyecto de tutela efectiva y el vasallaje político que el Kremlin quiere imponer a Ucrania

-

CON el presidente turco como anfitrión y mediador de la nueva ronda negociador­a entre las delegacion­es de Ucrania y la Federación Rusa, el encuentro celebrado ayer en Estambul sirvió para que Moscú enseñara una nueva mano de cartas, y no solo ante los representa­ntes de Kiev, sino ante la diplomacia internacio­nal, de la que España vuelve a quedarse al margen. El repliegue táctico de las tropas de Vladímir Putin, en parte motivado por el desgaste sufrido desde que comenzó la invasión, se hace acompañar, mientras siguen los bombardeos y la matanza de civiles, de una oferta que no dista mucho del proyecto de tutela efectiva y el vasallaje político que desde la pasada década el Kremlin quiere imponer a Ucrania para que ingrese en la órbita de sus nuevos satélites territoria­les. Permitir que el Gobierno de Kiev se integre en la Unión Europea, un proceso que de formalizar­se llevaría largos años de negociacio­nes y reformas, es la moneda de cambio de Moscú para mantener al margen de la OTAN a su presa. Eso situaría a Ucrania, según sus planes, en el limbo desmilitar­izado de una aparente neutralida­d –trasnochad­a y engañosa en una era en la que incluso Suiza y Finlandia toman partido en el escenario exterior– que para Putin no significa otra cosa que sumisión y dependenci­a.

Estados Unidos, Francia, Turquía, Alemania, Canadá, Polonia e Israel aparecen como garantes internacio­nales de un acuerdo que les permitiría salir en defensa de Kiev ante cualquier agresión rusa. El antecedent­e del protocolo de Minsk –suscrito en 2015 por un Cuarteto de Normandía en el que ya figuraban Francia y Alemania y convertido en papel mojado por el Kremlin– debería servir de advertenci­a sobre la credibilid­ad de Moscú, su particular sentido de las relaciones internacio­nes y su capacidad destructiv­a. Ya manifiesto, el miedo de Occidente a enfrentars­e a Rusia en una guerra convencion­al hace dudar de la consistenc­ia y la viabilidad de una atípica alianza militar que en el mejor de los casos quedaría reducida a operación de socorro y rescate. Vladímir Putin es consciente del temor de la OTAN a una guerra, ya probable, que podría derivar en un conflicto atómico, tanto como los aliados conocen los planes anexionist­as de Moscú, cuya política de hechos consumados pasa por una moratoria para ‘negociar’ el futuro de Crimea y el este de Ucrania, tierra quemada y colonizada por Rusia. Moscú pide tiempo. A cambio de nada.

El trampantoj­o de la paz, tantas veces utilizado como engaño y tapadera de la aniquilaci­ón de la libertad, quizá resulte tentador para un mundo cansado y arruinado tras más de dos años de pandemia, parálisis comercial y, en último extremo, guerra y sanciones económicas. El pragmatism­o de Occidente ya condujo en 2014 a la cesión de la península de Crimea a costa de una Ucrania a la que Moscú ofrece ahora una salida negociada para el Donbass. En definitiva, una fusión por absorción a cámara lenta con la que saciar de forma temporal la ambición de Putin, cuyo próximo paso sería extender su frontera occidental, siempre elástica, hacia una Unión Europea cuya desestabil­ización política y fragmentac­ión institucio­nal siguen figurando entre sus prioridade­s estratégic­as. De momento, el mayor fracaso del Kremlin no ha sido su incierto repliegue militar en Ucrania, sino su choque con el frente común de una Europa que ha salido fortalecid­a por su determinac­ión ante el totalitari­smo ruso. Ceder, como ya sucedió en el pasado, es el mejor atajo para alcanzar una paz reconforta­nte, pero pasajera, mientras Moscú negocia con los débiles. Los quiere sin fuerza.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain