ABC (Andalucía)

Leviatán o garrapata

El Estado-nación realiza la reivindica­ción que el Estado absolutist­a sólo podía formular: acceder a gobernar la vida cotidiana dentro de un territorio determinad­o

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

SALIR ahora con tu perro al campo es comprobar el parecido del Estado con la garrapata. Hobbes lo llama ‘Leviatán’ («rey de todos los feroces») para expresar la «mutual relation between Protection and Obedience», y necesita meter miedo (el miedo que él pasó en el útero materno cuando su madre esperaba la llegada de la Invencible).

Leviatán da más miedo que garrapata, pero garrapata chupa lo mismo y pega más en el Mundo Libre, cuyos Estados engordan con la guerra: EE.UU. y UE vuelven a compartir datos, intercambi­o prohibido en su día por la Justicia europea. Otro triunfo de Sleepy Joe, que ahora tendrá el móvil de Úrsula igual que Obama tuvo (¡intervenid­o!) el de Angela.

La guerra, dice Cavanaugh, es el instrument­o de expansión del Estado. Guerra y Estado poseen idéntica conexión que religión e Iglesia. América era una Nación sin Estado (esto lo explica Dalmacio Negro, que aquí sólo contamos con un folio), y la guerra le ha proporcion­ado un Leviatán que ni soñó Luis XIV.

La absorción de la sociedad civil por el Estado en la América contemporá­nea se produjo, según Cavanaugh, de tres maneras: crecimient­o (por la guerra) del Estado, debilitami­ento de las asociacion­es intermedia­s y simbiosis entre Estado y empresa.

En 2011, 11 de los 16 gabinetes ministeria­les y todos los organismos federales salieron de la guerra. La IGM incrementó un mil por ciento los gastos del gobierno. Después de la IIGM, el Estado burocrátic­o fue el rasgo del paisaje, y siguió creciendo... con Reagan. La ‘guerra contra el terrorismo’ supuso un Departamen­to de Seguridad Nacional con 170.000 agentes, segunda institució­n tras el Pentágono, cuyo programa Total Informatio­n Awareness reúne informació­n sobre cada ciudadano a partir de los datos de las tarjetas de crédito, historiale­s médicos, multas, registros de viviendas...

—El Estado-nación realiza la reivindica­ción que el Estado absolutist­a sólo podía formular: acceder a gobernar la vida cotidiana dentro de un territorio determinad­o.

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