ABC (Andalucía)

La verdadera guerra de Ucrania

Lo que teme Putin no son los nazis, a los que Rusia ya derrotó; teme a la democracia

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

HAY dos formas de afrontar una crisis económica: a base de subvencion­es, subsidios, ayudas del Estado para paliar sus daños en la población o concentrar tales auxilios en quienes demuestran más capacidad, iniciativa y energía para crear riqueza que repercuta en los demás. La izquierda capitanea la primera opción, con su ‘política social’ de gravar las rentas más altas y distribuir­las entre los más necesitado­s. La derecha prefiere ayudar al emprendedo­r que crea puestos de trabajo y riqueza, tanto para él como para los demás con sus impuestos, que prefiere lo más bajos posible. A estas alturas del siglo XXI, cuando se han visto triunfos y derrotas tanto del comunismo como del capitalism­o, creo que no hay duda de quién ha ganado la carrera de elevar el nivel de vida del ciudadano medio. Excepto en China, que ha ensayado un original ‘capitalism­o de Estado’, que permite al ciudadano enriquecer­se siempre que respete un sistema de rigurosa falta de libertades políticas –«gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones», explicó Deng Xiaoping a González–, todos los demás comunismos han sido un desastre más o menos grande en el terreno económico. Quizá se deba a que el propio sistema, al coartar la libertad y no premiar el esfuerzo individual actuaba como freno de la productivi­dad o al hecho de que el auténtico comunismo no ha sido puesto en práctica en ningún país, como dicen algunos de sus exégetas. Tuve ocasión de comprobarl­o en el Berlín dividido de los cincuenta y sesenta, con numerosos conocidos en la parte oriental. Lo primero que te pedían al pasar a la occidental era que les llevases a unos grandes almacenes.

Fue la razón de que tuvieran que levantar finalmente un muro pues amenazaba quedarse sin gente y puede ser la última razón de la guerra de Ucrania: Rusia necesita ‘estados colchón’ con el Oeste para evitar el contagio que terminaría con un sistema que ofrece mucho menos al ciudadano. En otras palabras: lo que teme Putin no son los nazis, a los que ya derrotó. Teme a la democracia. Y por eso mismo está perdiendo la guerra: porque los ucranianos saben por lo que luchan, y los rusos aún no lo saben. Claro que Putin tiene potencia para arrasar el país. Pero no para ocuparlo indefinida­mente. Ahí puede estar la clave de una salida a esta guerra que ni siquiera quieren llamar así.

Y ahí veo el punto flaco del plan de Sánchez para sanear la tambaleant­e economía. Si Zapatero quiso salir de la crisis anterior a base de rotondas en todos los pueblos, Sánchez intenta hacerlo gastándose 6.000 millones en subvencion­es, entre ellas abaratando el combustibl­e en 20 céntimos el litro. Además a todos, no importa ser millonario o parado. La cuestión es que nadie proteste. Mejor dicho: que todos aceptemos su plan. Hace falta tener cara.

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