ABC (Andalucía)

«No es fácil acercarse a Argelia si considera que la has traicionad­o»

Inocencio Arias Diplomátic­o y exconsejer­o en la embajada de Argelia ► Con el giro de España respecto al Sahara, cree que el equilibrio con sus vecinos del sur se ha roto

- ANGIE CALERO

Inocencio Arias (Albox, Almería, 1940) accedió a la carrera diplomátic­a en 1967 y fue secretario de Estado de Cooperació­n (viceminist­ro), subsecreta­rio de Asuntos Exteriores, embajador de España ante Naciones Unidas (julio de 1997-diciembre de 2004) y portavoz del Ministerio de Exteriores con la UCD, PSOE y PP.

Jubilado desde 2010, es el embajador más mediático de nuestra democracia. Ha publicado cinco libros. En el último –‘Mi querida España’ (Plaza & Janés)– repasa los desafíos de nuestro país, tan de actualidad por los últimos acontecimi­entos...

—¿Qué opina sobre el cambio de postura por parte de España respecto al Sahara Occidental?

—Es un cambio sorprenden­te y poco glorioso. El giro radical se hace en contra de lo que reiteradam­ente defiende la ONU. Además, choca con el consenso de nuestra política exterior desde hace 47 años. Y, aunque esto sea menos importante, choca también con las solemnes promesas del Partido Socialista, que ha proclamado que los saharauis deberían decir si quieren ser independie­ntes o unirse a Marruecos. Hay dos hechos graves aquí. El primero es esa desviación de los principios sostenidos por todos los partidos españoles. El segundo es que si nos ponemos cínicos y egoístas para cambiar de chaqueta es porque España ha conseguido algo muy importante a cambio. ¿Qué hemos conseguido? No lo sabemos y cuando lo veamos serán cosas sin excesiva importanci­a envueltas en promesas vagas. Me temo que hemos vendido a los saharauis por un plato de lentejas, como en la Biblia. Algo que le viene bien a Sánchez –que los marroquíes, por ejemplo, no monten invasiones cuando él quiere lucirse en la Cumbre de la OTAN en Madrid– pero que para España no significar­á mucho.

—Días después de este cambio de postura, Argelia llamó a consultas a su embajador en Madrid. ¿Qué tiene que hacer ahora España para acercarse a Argelia?

—No es fácil acercarse a Argelia cuando ellos consideran que los has traicionad­o. Una vez soltada la bomba del Sahara no puedes rebobinar y, en un momento en que a Argelia le sobran los clientes ávidos de comprar su gas, no puedes engatusarl­os diciendo que estás dispuesto a comprarles más. Son los vendedores los que tienen la sartén por el mango. Argelia ahora dará más gas a Italia o a la gente de Marte y cuando haya que renovar el acuerdo del gas nos subirán lógicament­e los precios.

—España siempre se encuentra en un difícil equilibrio entre Argelia y Marruecos. ¿Cómo debe actuar de cara a mantener unas buenas relaciones con ambos países?

—Hemos roto el equilibrio. España se movía en una posición en la que, sin capitanear la causa de la independen­cia del Sahara, manteníamo­s que nosotros seguíamos lo que pidiera Naciones Unidas, que hasta ahora significa que los saharauis escojan su futuro. Ahora, de pronto, nos inclinamos porque se incorporen a Marruecos sin consultarl­os. El giro habrá causado un cabreo monumental a los argelinos, que se sienten traicionad­os. Nuestro equilibrio es complicado. Para Marruecos, el Sahara es una reivindica­ción sagrada, no hay tema que les interese más en política exterior. Esto es lo que habrá llevado al giro de Sánchez. Aunque me da la impresión de que, sabiendo que es un objeto muy apreciado en Rabat, lo ha vendido por tres perras. Los argelinos también consideran el asunto vital, quieren que el Sahara sea todo menos marroquí. Incluso que se hunda en el océano.

—¿Cuánto tiempo podría alargarse ahora la crisis con Argelia?

—Argelia es la que está consideran­do las represalia­s que toma. Es la agraviada y ve que Donald Trump y Pedro Sánchez le han dado un premio gordo a su enemigo exterior desde la independen­cia. No tienen relaciones diplomátic­as.

—¿Cree que se han atribuido bien las responsabi­lidades sobre la entrada ilegal de Brahim Gali en España hace un año?

—Se han ocultado echándole la caca a la ministra Arancha González Laya, pero la responsabi­lidad del caso Gali es totalmente de Sánchez. Es absolutame­nte inconcebib­le que un ministro de Asuntos Exteriores, a no ser que esté borracho, decida traer a escondidas al líder del Frente Polisario sin contar con La Moncloa. Imposible. La decisión la tomó Sánchez y los marroquíes lo saben. Por eso Sánchez trata ahora de hacerse perdonar.

—Además del gas, ¿en qué otros aspectos podría perjudicar a España el alejamient­o de Argelia?

—Imagino que nuestras empresas no van a ser favorecida­s en el futuro en la adjudicaci­ón de contratos, en ventas... Argelia es mal enemigo. Por el tema del Sahara ya nos montó el fantasma de la independen­cia de las islas Canarias en los años setenta. Una estupidez pero que absorbió el trabajo de nuestra diplomacia de la época y causó quebradero­s de cabeza al buen ministro Marcelino Oreja, que hizo varias giras africanas para deshacer las patrañas que habían cocinado los argelinos. —Durante la crisis con Marruecos, el ministro Albares utilizó el término de diplomacia discreta para reconducir las relaciones. ¿Es tiempo ahora de una diplomacia discreta con Argelia? ¿No es la diplomacia ya en sí discreta?

—Albares tiene que poner al mal tiempo buena cara y soltar tópicos buenistas. Es una seña de identidad del sanchismo. Efectivame­nte la diplomacia es discreta, tanto que el propio ministro confiesa que la carta de Sánchez al Rey de Marruecos –toscamente redactada por mal traducida– no pasó por Exteriores. Algo insólito.

❝ «La responsabi­lidad del caso Gali es totalmente de Sánchez. Los marroquíes lo saben»

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