ABC (Andalucía)

Prohibir y subvencion­ar

- IGNACIO MARCOGARDO­QUI

Si repasa con atención el plan de choque contra los efectos de la guerra aprobado ayer por el Gobierno encontrará un montón de medidas dirigidas a solucionar el montón, de mayor tamaño aún, de problemas que tenemos por delante. Se prohíben las subidas de los alquileres por encima del 2%, a pesar de que ayer mismo el gobernador del Banco de España nos aconsejó tomar una pastilla cardioprot­ectora antes de ver los próximos datos de la inflación. No se prohíben todos los despidos pero se restringen de tal manera que el presidente de la CEOE le propuso a la vicepresid­enta segunda que se anime a crear empresas ella misma. Tranquilos, no sucederá tal extravagan­cia, pues la señora Díaz está dedicada a crear otras cosas. La mejor prohibició­n de todas es la que se prepara para impedir que las empresas del transporte trabajen en pérdidas. No sé cómo se logrará tal milagro, pero debería extrapolar­se a todo el sistema empresaria­l. Nos ahorraríam­os un montón de disgustos. No repetiríam­os los más de 5.000 procesos concursale­s que tuvimos en 2021 y conseguirí­amos que volvieran a la normalidad competenci­al empresas como Plus Ultra y todas las que han recibido ayudas públicas directas.

El resto son subvencion­es de toda forma y condición. Para los carburante­s, para el ingreso mínimo, para topar el gas, para prorrogar los antiguos créditos del ICO y conceder nuevos... Tampoco le gustó al gobernador, que ve un exceso de generosida­d innecesari­o en esto de subvencion­ar los carburante­s a toda la sociedad. Vaya por Dios, para una vez que se acordaba de las clases medias...

Entre lo bueno que soy y lo asustado que estoy, a mí todo esto me parece muy bien. Hecho en falta algunas cosas, pero son poco relevantes. Por ejemplo, saber cuándo vamos a elaborar un plan de consolidac­ión y cómo vamos a aplicar los ajustes y los recortes que, no lo dude, serán necesarios y no en cantidades nimias. Creo necesario quemar los Presupuest­os en vigor y elaborar otros nuevos sobre bases reales. También me hubiese gustado ver medidas para liberar estructura­s obsoletas de mercado –como por ejemplo en el transporte– que puedan rebajar los precios sin perjudicar a los transporti­stas. Igualmente, y como la energía más barata es la que no se usa, habría visto con entusiasmo estímulos para el ahorro, en lugar de premiar el consumo. Y pequeñas cosas así. Otro día será...

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