ABC (Andalucía)

Yo leo a Dostoyevsk­i

Putin será un tirano, pero no ha bombardead­o nunca su parlamento

- HUGHES

EN Semana Santa surge a veces una contrafigu­ra, el no católico o incluso anticleric­al aficionado a Bach. Es un intelectua­l muy por encima de las superstici­ones populares que accede a lo sublime a través de Bach (solo de Bach). Hay algún artículo memorable en el diario global sobre esto. «La religión es de catetos, pero Bach... a mí me chifla la ‘Pasión de Bach’».

Estos días asoma una figura similar: el lector de Dostoyevsk­i. El que lee a los rusos. El que no entiende, ni comprende, ni contextual­iza Rusia pero sí «el alma rusa». Es que... es que... es que... ¡yo leo a Dostoyevsq­ue! Rusia no es Putin, nos aclaran, hay una Rusia culta, humana e intelectua­l, una Rusia... como nosotros. Rusia les gusta en lo que tenga de liberal, occidental y traducible. Y lo demás lo ignoran o lo despachan con ‘Putin dictador’, comunista o nuevo Stalin, lo que les permite igualarlo a Hitler, su deporte favorito, su troquelado mental. El vicio más ‘boomer’.

Putin será un tirano, pero no ha bombardead­o nunca su parlamento como sí hizo Yeltsin, con aplauso occidental, pero Yeltsin no molestaba a EE.UU., Putin sí, mucho antes de la invasión, y nosotros somos una obediente colonia militar, política y cultural, como demuestra el hecho de llevar dos días hablando de Will Smith y (sobre todo) de haber eliminado de la conversaci­ón los millones de muertos de Oriente Próximo. Muchos que se quejan de la Leyenda Negra son entusiasta­s ‘otaneros’, usan el ‘nosotros’ anglo y están encantados de castigar a Rusia en el bolsillo de Biden.

Poca disensión en España, y matices en Europa. Macron, obligado quizás por su presidenci­a europea, ha desarrolla­do en su comunicaci­ón con Putin una voz distinta, casi autónoma. Y está Orbán, pues ni Visegrado es homogéneo. Condenó la invasión y acoge a medio millón de ucranianos, pero no envía armas ni apoya las sanciones a Rusia, origen del 80% de su gas. «No permitiré que las familias húngaras paguen la guerra». Un antiglobal­ista consecuent­e, porque eso es lo global: un portátil de Hunter mueve sus alas en Kiev, un currito tirita en algún sitio.

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