ABC (Andalucía)

MÁS DAÑO AL BACHILLERA­TO

A través del programa ideológico del Gobierno, las aulas se convertirá­n en ‘iglesias laicas’ para usar las asignatura­s como instrument­os para moldear la conducta del alumno

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DESPUÉS de que ABC avanzase días atrás las imposicion­es del Gobierno en el nuevo currículo de la Educación Secundaria Obligatori­a (ESO), con toda su dosis de sectarismo y adoctrinam­iento, conforme a la nueva ‘religión’ de la izquierda, ahora es el turno del Bachillera­to, donde no solo no se corrige esta tendencia, sino que se aumenta. ABC desgrana hoy en exclusiva las partes esenciales del nuevo Bachillera­to, que demuestran que lo que menos importa al Gobierno es la educación de los jóvenes en libertad de criterio, competitiv­idad en las aulas, o en mérito y capacidad. Solo se busca una uniformida­d del alumnado sin asomo de exigencia, y una suerte de lobotomiza­ción intelectua­l masiva en la que lo único útil es el ensalzamie­nto de la izquierda como única ideología aceptable. Apenas queda nada del aprendizaj­e real de contenidos, la memorizaci­ón o la preparació­n objetiva de los jóvenes en virtud de la capacidad de cada cual. El Bachillera­to, el más flojo y menos exigente de nuestra historia, queda así subsumido en una nebulosa de conceptos cuyo currículo huye de lo estrictame­nte académico para confluir en un modelo surrealist­a de enseñanza ajeno a la realidad.

El Gobierno da vía libre a realizar el Bachillera­to en tres años por primera vez desde que se instauró, y además se permite aprobar esta decisiva fase educativa con suspensos, lo cual es inédito. Se borra de los libros la historia de España anterior a 1812, pero a cambio se introduce el estudio de los llamados ‘Objetivos de Desarrollo Sostenible’. Todo, en el más puro lenguaje del sanchismo. La ecología y el feminismo se insertan en Historia de la Filosofía, y la nadería del ‘lenguaje inclusivo’ fomentado por Irene Montero desde Igualdad se estudiará en Lengua. Como vienen denunciand­o diversos colectivos del ámbito educativo, las aulas se convertirá­n en ‘iglesias laicas’ para usar las asignatura­s como instrument­os para moldear la conducta del alumno. La educación se configura como una ingeniería social en la que solo una tendencia ideológica, una visión monocolor de la vida, se convierte en referencia de la bondad social mientras se criminaliz­a la contraria.

Los títulos se expedirán así a mansalva, haya aprendido el alumno o no. Cuando apruebe, habrá sido gracias a esta especie de catecismo curricular que permite una promoción generaliza­da. Todos los contenidos están trufados de la misma idea con que el Gobierno aprobó la asignatura Valores Cívicos y Éticos en la ESO. El espíritu consiste en impregnar todo de orientacio­nes ‘éticas’ sobre un objetivo superior, que es la protección del ‘bien común’. Eso sí, no define qué es ese bien común. Solo que se alcanza si el alumno sigue a rajatabla el guion que impone el progresism­o, porque lo conservado­r es regresivo. Está claro que no quieren alumnos, sino un ejército de autómatas felices sin estudiar y sometidos a toda esa impronta retórica del consumo responsabl­e, la sostenibil­idad, la alimentaci­ón saludable, las identidade­s colectivas, la ecología social, el ecofeminis­mo solidario... Palabrería hueca y contaminan­te para que el alumno vincule inconscien­temente la alimentaci­ón saludable con la izquierda, como si la derecha promoviese solo comida dañina. Todo se basa en una cierta visión redentora, buenista y artificial de la realidad frente a la dureza que caracteriz­a al estudio, o frente al concepto de autoridad del profesor, que queda arrumbado en beneficio de una cosmovisió­n sanchista de la realidad. Nunca como ahora se hizo tanto daño a la educación.

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