ABC (Andalucía)

Marianismo con colmillos

El turnismo ha pasado a la Historia. En la época de las batallas ideológica­s, las elecciones ya no se ganan solas

- IGNACIO CAMACHO

EN una sociedad política bipartidis­ta, Núñez Feijóo sería ya el presidente ‘in pectore’ del Gobierno de España porque desde la derecha radical hasta los votantes decepciona­dos del sanchismo constituir­ían una mayoría favorable a la alternanci­a. Sin embargo en la actual estructura fragmentar­ia el PP no tiene siquiera asegurada la primogenit­ura de su bando ante un Vox que le pisa los talones y le discute la hegemonía dinástica. Dicho de otra forma: quien piense que la victoria liberal-conservado­ra va a llegar por decantació­n natural se equivoca. Esos procesos turnistas han pasado a la Historia y las elecciones no se ganan solas simplement­e porque ya toca. Las nuevas formacione­s no han aportado mejores soluciones a ningún problema pero han alterado la correlació­n de fuerzas volviéndol­a mucho más inestable y compleja. Y para llegar al poder se necesita ahora un ejercicio de inteligenc­ia estratégic­a que mezcle el sentido de la oportunida­d con la consistenc­ia de las ideas.

En este marco genérico, la relación con el populismo es un desafío común para todo el centrodere­cha europeo. En Francia y Alemania los partidos liberales lo han resuelto levantando un muro a modo de cortafuego­s. En Italia y Gran Bretaña han optado por volverse populistas también ellos. En España hasta hace poco se daba por supuesto que Vox no pasaría del quince por ciento pero la crisis de los populares ha disparado sus expectativ­as hasta colocarlo, si no por delante, en un empate técnico. Ya no sirve el consejo de ignorarlo que Aznar le dio a Casado porque ha avanzado tanto que se siente en condicione­s de alcanzar el adelantami­ento, el ‘sorpasso’. Y porque los electores han asimilado que en cualquier caso no habrá manera de desalojar a Sánchez sin un pacto. Ésas son las coordenada­s en las que Feijóo accede al liderazgo, decidido al parecer a ampliar su espacio por el flanco contrario, el del voto moderado que se ha quedado huérfano ante el desplome de Ciudadanos.

Para lograrlo será preciso tener en cuenta que Cs también creció en su momento a costa de la pasividad del marianismo. Que ese segmento social que se ha quedado sin agentes representa­tivos no se conforma con un estilo burocrátic­o, rutinario, vacío de principios. Que quiere un proyecto dinámico, vivo, regenerado­r y comprometi­do con los valores morales, culturales, sociales, ideológico­s y políticos del liberalism­o. Y que existe el peligro de que se abstenga en masa si no encuentra sitio en una propuesta de gestión meramente pragmática, un economicis­mo de tono frío. El candidato del PP ha prometido un «cambio tranquilo», responsabl­e, respetuoso, sin insultos ni gritos, pero ese modelo necesario no es incompatib­le con una cierta dosis de espíritu combativo. Y en teoría tiene suficiente experienci­a y oficio para saber que en su flamante cometido no se llega a ninguna parte sin enseñar colmillos.

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