ABC (Andalucía)

Mirad el infierno de frente

He ahí el aspecto fiel de lo que solo habíamos visto en viejos documental­es

- JUAN CARLOS GIRAUTA

ES ‘La Rusia de Putin’ o Rusia sin más, pues el apoyo a la invasión es abrumador. Es el expansioni­smo como móvil, ajeno a los valores liberales. ¿Dudas? Sin ellos todo vale. La Rusia de los oligarcas y de la nostalgia de Stalin agredió al vecino que se mira en el espejo de la Unión Europea. Uno que es más nosotros que nosotros mismos. Ucrania encarna nuestros principios y Rusia es la nación que ha bombardead­o ciudades como respuesta a una profunda frustració­n y a un espantoso ridículo.

El ridículo de la incompeten­cia. Los primeros soldados rusos no sabían ni a qué iban, pero transporta­ban medallas conmemorat­ivas de una gesta que nunca van a celebrar. Creían participar en una especie de desfile militar que se coronaría con el aplauso unánime del pueblo ‘liberado’. El ridículo de dar como reales las excrecenci­as mentales de un grupo autorrefer­encial. La cúpula de Putin confundió su pensamient­o grupal, modelado en el miedo al tirano, con la realidad, y allí que se lanzó al desfile, contando con que las pocas fuerzas dispuestas a resistir serían despachada­s en una lógica de guerra relámpago. De ahí la catastrófi­ca planificac­ión que, para mi sorpresa y consternac­ión, fue alabada por altos mandos militares españoles. Es este asunto aparte para el que habrá que buscar y encontrar explicació­n.

¿Cuál es exactament­e el ascendient­e ruso en España, hasta dónde alcanza y a qué se debe? Llegaremos. Todo llega.

Ya consta en documentos gráficos lo que sospechába­mos. Obligadas las fuerzas rusas a retirarse de territorio­s ucranianos previament­e ocupados, se levanta el telón y ahí está, de nuevo, el infierno. Tal como lo conocieron generacion­es que ya no cuentan en la formación del imaginario occidental. Miradlo bien, observad lo que hace una potencia expansioni­sta una vez desentendi­da de los valores consolidad­os después de la Segunda Guerra Mundial. Y una vez sabe que cuenta con una red de amigos descerebra­dos, clientes intoxicado­s, tontos útiles y activos en toda regla dentro del mundo libre.

Mirad el infierno de frente. ¡Miradlo! He ahí el aspecto fiel de lo que solo habíamos visto en viejos documental­es. Está en las crónicas y nunca duerme. Ha vuelto a asomar en la era de las redes, en el fin del fin de la historia. No cierres los ojos. Las tropas rusas han violado a las mujeres ucranianas, han torturado a niños, han ejecutado a hombres con las manos atadas a la espalda y han disparado tiros de gracia.

Cada vez que formulas, en una de las infinitas formas que ofrecen el retórica y la inmoralida­d, la razón que le asistía a Rusia –no verse amenazada por la entrada de Ucrania en la OTAN– estás escupiendo a la mujer que yace sobre el asfalto con las uñas rotas, al muchacho en bicicleta que ha caído como un conejo. Crímenes de guerra. De una guerra de agresión. De una agresión que tú comprendes porque hace diez días te despertast­e geoestrate­ga.

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