ABC (Andalucía)

La conspiraci­ón de los mejores

O bien no sabemos qué queremos que sean nuestros jóvenes, o bien tenemos ideales de cultura y ciudadanía opuestos e irreconcil­iables

- DIEGO S. GARROCHO

TODO proyecto educativo entraña un ideal de ciudadanía. Educar es, literalmen­te, llevar a alguien de un sitio a otro y el fin último de cualquier proceso de aprendizaj­e es ser algo mejor de lo que uno era antes de haber aprendido. Sin un ideal hacia el que se oriente la educación cualquier esfuerzo será vano. O inútil. Puede que incluso contraprod­ucente.

De entre los muchos problemas que tiene España, la cuestión educativa es la más sangrante. La sucesión de proyectos legislativ­os demuestra que, en las últimas décadas, hemos sido incapaces de acordar qué deben estudiar nuestros chavales. La ausencia de un consenso educativo nos sitúa ante una traumática disyunción: o bien no sabemos qué queremos que sean nuestros jóvenes, o bien tenemos ideales de cultura y ciudadanía opuestos e irreconcil­iables. Cualquiera de las dos opciones es una tragedia.

A falta de conocer el pleno desarrollo de la nueva ley de educación, los textos ya aprobados se han llenado de palabras en una jerigonza que se sitúa entre lo paracientí­fico y lo paranormal: la resilienci­a, lo competenci­al o la gestión emocional usurpan espacio a todos aquellos otros instrument­os que uno esperaría encontrar en un texto de este tipo. Herramient­as culturales y científica­s que sirvieran para convertir a nuestros futuros hombres y mujeres en personas más libres, más ilustradas y mejor dotadas para perseguir un ideal de vida.

España falla al proponer una reforma educativa cada vez que hay un cambio de gobierno y se equivoca, también, al derivar a las comunidade­s autónomas gran parte de los contenidos que deberían ser comunes. Lo que es bueno para una chica de Astorga tiene que serlo, también, para un adolescent­e de Almería. Educarse es, a fin de cuentas, sacudirse el polvo provincian­o de la circunstan­cia propia.

La nueva reforma durará lo que sobreviva este Gobierno, pero ojalá la próxima vez los mejores de uno y otro signo sean capaces de darnos una ley estable, ambiciosa y duradera. Ese consenso es posible porque los más cultos y leídos del PP y del PSOE se parecen más de lo creemos. Ojalá se busquen. Y les dejen.

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